Perú, tierra de devoción, esperanza y santos populares
Previo a ser denominados santos, las personas virtuosas y muertas en honor de santidad deben ser declaradas siervas de Dios, posteriormente venerables, luego beatas y finalmente canonizadas.
Previo a ser denominados santos, las personas virtuosas y muertas en honor de santidad deben ser declaradas siervas de Dios, posteriormente venerables, luego beatas y finalmente canonizadas.
Durante la época de la colonia y como fruto de la evangelización en América el Virreinato del Perú le dio a la Iglesia Católica cinco santos. Se trata de Santa Rosa de Lima, San Martín de Porres, Santo Toribio de Mogrovejo, San Francisco Solano y San Juan Macías.
Previo a ser denominados santos, las personas virtuosas y muertas en honor de santidad deben ser declaradas siervas de Dios, posteriormente venerables, luego beatas y finalmente canonizadas.
Sin embargo, en el Perú existen devociones no oficiales por la Iglesia Católica y en ese sentido ellos son denominados santos populares.
Uno de los personajes más famosos es Sarita Colonia Zambrano (1914-1940), cuyo rostro aparece en mototaxis, murales, estampitas, tatuajes, entre otros. Además, su mausoleo, en el cementerio Baquíjano del Callao, luce prácticamente repleto de agradecimientos. Cabe mencionar que también existe un penal en el primer puerto con su nombre y algunas miniseries que le rinden homenaje.
Fervor popular iqueño
Mientras tanto, en la región Ica, existe el culto al niño Chicho, quien murió tras ser aplastado por una pared en el terremoto que azotó esta zona del país en 2007. Tras su fallecimiento, se le ha adjudicado una serie de milagros y en ese sentido, sus fieles instalaron una capilla en el lugar donde perdió la vida, ubicado muy cerca al Santuario del Señor de Luren.
Sin ir muy lejos, en la provincia iqueña de Chincha, está Melchora Saravia Tasayco o simplemente llamada la Melchorita (1897-1951). Según narran los relatos, durante su paso por este mundo demostró gran apego a Dios y una sacrificada vida cristiana. Cabe mencionar que sus restos fueron exhumados del cementerio de Chincha Alta y llevados a un mausoleo levantado en los exteriores de la iglesia San Pedro, en Grocio Prado.
Asimismo, figura Nicolás Ayllón, quien nació en Chiclayo (1632) y fue educado por franciscanos. Años más tarde sería llevado a Lima. Durante su estancia fundaría el templo de Jesús, José y María, además y un hogar para jóvenes abandonados. Ayllón falleció en 1677 y para 1699 inició su proceso de beatificación, sin embargo, el mismo no prosperó. (Con información de El Comercio, La República y Sucedió en el Perú)
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