La juventud es la etapa más osada. Muchos, en ese afán por descubrir el mundo, van contra la corriente, desafiando a la sociedad, pero muchas veces sin medir las consecuencias. Un claro ejemplo son los jóvenes que se hacen un tatuaje y, ya de adulto, se arrepienten porque les causan algunos problemas sociales y laborales. Algo así, pero aún más complicado, sucede con los ‘piercings’ gigantes. ¿Qué hacer si un día no queremos más ese gran agujero que nos hicimos en los labios, orejas o incluso en las mejillas? Aquí la respuesta: