Ollas comunes de Villa María del Triunfo resisten el invierno entre el hambre, barro y frío
Sin leche ni azúcar para el desayuno y cocinando al borde del abismo, madres luchan por alimentar a decenas de familias en zonas aisladas de Lima Sur.
Sin leche ni azúcar para el desayuno y cocinando al borde del abismo, madres luchan por alimentar a decenas de familias en zonas aisladas de Lima Sur.
El frío cala hasta los huesos en lo más alto de Villa María del Triunfo. Pero más que las temperaturas, lo que duele es el hambre. En medio del barro y la neblina, las madres de las ollas comunes resisten el abandono con ollas a medio llenar y fogones improvisados al aire libre.
MAMITAS SOBREVIVEN ENTRE EL BARRO Y EL FRÍO
Buenos Días Perú llegó hasta la olla común María Auxiliadora, ubicada frente al botadero de Zorritos, uno de los más críticos de Lima Sur. El contraste no puede ser más brutal: a un lado, residuos que afectan la salud de niños y vecinos; al otro, una olla común que ya no puede ofrecer ni un desayuno básico.
“Nos han quitado la leche, el azúcar, la avena. ¿Qué vamos a darles a los niños?rdquo;, denuncia una de las organizadoras. “Desde marzo ya no tenemos nada para el desayuno. Y el almuerzo viene justo, solo alcanza para una ración mínima”.
La situación es crítica. La ración de comida —un pequeño plato con sopa y segundo— es tan escasa como los recursos que reciben. Muchas veces, las mujeres deben cargar alimentos cuesta arriba, pagando hasta 20 soles por movilidad porque las motos no pueden llegar a la zona.
En condiciones aún más precarias opera la olla común Ecológico 2. Nació durante la pandemia gracias al esfuerzo de Marleni y otras diez mujeres, y hoy apenas se sostiene con palos, sin techo ni caño. Cocinan con leña o barro, y el agua la traen desde tanques ubicados más arriba del cerro.
“Pedimos un techo, un lavadero, algo digno. No tenemos ni dónde lavar las ollas. Si el gas se acaba, cocinamos con leña y sin protección del clima”, claman.
El abandono estatal se hace evidente no solo en la falta de alimentos, sino también en la inexistencia de infraestructura mínima. Las madres siguen resistiendo con lo poco que tienen, cocinando al borde del abismo, tanto literal como simbólicamente.
“Cocinamos así para nuestros hijos. Si no lo hacemos, ¿quién lo hará?rdquo;, dice una madre mientras intenta mantener el equilibrio sobre el fango.