Cada año, millones de fieles católicos se reúnen para conmemorar la Semana Santa, el momento más sagrado del calendario cristiano. Sin embargo, hay un día en particular que marca una diferencia litúrgica importante: el Viernes Santo. A diferencia del resto del año, ese día no se celebra la misa. ¿Cuál es la razón detrás de esta excepción?
¿QUÉ SIGNIFICA EL VIERNES SANTO PARA LA IGLESIA?
El Viernes Santo es el día en que se conmemora la pasión y muerte de Jesucristo en la cruz. Luego del Jueves Santo, donde se recuerda la Última Cena, la liturgia del viernes gira en torno al dolor, el silencio y la contemplación. De acuerdo con los preceptos de la Iglesia católica, este día representa el sacrificio supremo de Cristo, por lo que los templos no celebran eucaristías. El acto central es la liturgia de la Pasión del Señor, que suele celebrarse alrededor de las 3 p.m., hora simbólica de la muerte de Jesús.
¿QUÉ RITOS ESTÁN PERMITIDOS Y CUÁLES NO?
Durante el Viernes Santo no se celebra ningún sacramento —como bodas, bautizos o confirmaciones— con excepción de la Reconciliación (confesión) y la Unción de los Enfermos. Si se celebran funerales, deben hacerse sin cantos ni música. En su lugar, los fieles participan en el Vía Crucis, la adoración de la cruz, la lectura de la Pasión y la comunión con hostias consagradas el día anterior. El clima general del día es de recogimiento y silencio.
Además, se practica el ayuno y la abstinencia de carne como forma de penitencia. Es un momento para reflexionar sobre el sufrimiento de Cristo y la redención de los pecados.
LA SIMBOLOGÍA DEL SILENCIO
Los templos se visten de luto. Las imágenes religiosas se cubren con telas moradas al final del Jueves Santo y permanecen así hasta la Vigilia Pascual del sábado por la noche. Este gesto representa el dolor por la muerte del Salvador y sirve para enfocar la atención de los fieles en el sacrificio de Jesús. El color morado simboliza penitencia y preparación espiritual.
Por su parte, los sacerdotes visten túnicas rojas durante el Viernes Santo. Este color litúrgico simboliza la sangre de Cristo derramada en la cruz y su entrega como mártir por la humanidad.
LA TRADICIÓN PERUANA QUE TRASCENDIÓ FRONTERAS
Uno de los actos más emblemáticos del Viernes Santo es el Sermón de las Siete Palabras, también conocido como el Sermón de las Tres Horas. En esta predicación, se medita sobre las últimas siete frases que Jesús pronunció antes de morir. Esta tradición, que inició en Perú en el siglo XVII por el jesuita Francisco del Castillo, se extendió rápidamente por América y Europa.
Durante tres horas, los fieles reflexionan sobre estas frases como un camino de meditación espiritual y conexión con el sufrimiento de Cristo. Más que una costumbre, es un ejercicio de fe que sigue vivo en miles de templos alrededor del mundo. (Con información de Andina)