China endurece el control sobre sus baterías, pero no bloquea las exportaciones
El Gobierno asiático impone nuevas licencias para productos de litio, aunque los expertos descartan un impacto grave en la industria del coche eléctrico.
El Gobierno asiático impone nuevas licencias para productos de litio, aunque los expertos descartan un impacto grave en la industria del coche eléctrico.
China ha vuelto a mover ficha en el tablero global del coche eléctrico. El Gobierno asiático ha anunciado nuevas restricciones a la exportación de baterías de litio y de los equipos necesarios para producirlas, una medida que entra en vigor el próximo 8 de noviembre. Las autoridades chinas justifican este endurecimiento de los permisos bajo criterios de “seguridad nacional”, una fórmula que les permite supervisar con más detalle qué empresas y qué tecnologías salen del país. Sin embargo, los expertos coinciden en que el efecto de estas limitaciones sobre el mercado automotriz será mucho más moderado de lo que se ha interpretado inicialmente.
China quiere mantener el control, no cerrar el mercado
Lejos de “cerrar el grifo”, las nuevas normas buscan evitar que la tecnología más avanzada termine en manos inadecuadas. Las licencias afectarán principalmente a las baterías con densidad superior a 300 Wh/kg y a los materiales de ánodo de grafito, compuestos más cercanos a desarrollos de última generación. De acuerdo con el analista Walter Zhang, de Fastmarkets, las baterías más comunes —como las NCM y LFP— seguirán exportándose sin restricciones, pues no superan dichos niveles de densidad. En consecuencia, el suministro para la fabricación de vehículos eléctricos tradicionales no corre peligro inmediato.
Los analistas señalan que el movimiento tiene un doble propósito. Por un lado, reforzar el control estatal sobre componentes que podrían tener aplicaciones militares. Por otro, proteger la ventaja tecnológica del país frente a sus rivales occidentales, especialmente en el desarrollo de las prometedoras baterías de estado sólido. Este tipo de acumuladores, aún costosos de fabricar, podrían marcar un salto decisivo en autonomía y seguridad, y firmas chinas como BYD o NIO ya se encuentran a la cabeza en su investigación y desarrollo.
A pesar de las restricciones, China mantiene su liderazgo en la cadena de suministro mundial. Tres de cada cuatro baterías para autos eléctricos se producen en su territorio, y empresas como CATL continúan firmando acuerdos con fabricantes europeos y estadounidenses. En lugar de aislarse, Pekín busca fortalecer su posición regulando la exportación de su tecnología más sensible, mientras impulsa la expansión de sus empresas en mercados extranjeros. El mensaje es claro: China quiere seguir dictando las reglas del juego, pero sin perder su papel como proveedor esencial de la transición energética global.
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