Un informe del diario El Universal da cuenta del terror con se vive todos los días en Apatzingán, la ciudad del estado de Michoacán donde reside el padre Gregorio López, cuya “cabeza tiene precio”, según comentan sus feligreses.
Sus declaraciones sin contemplaciones sobre las implicancias de los políticos con los cárteles que “gobiernan” la región durante los últimos diez años, lo ha llevado a dar misas con un chaleco antibalas debajo de su ropa ministerial.
Su cruda exposición de la corrupción en Michoacán, hizo que se ganará de enemigo al crimen organizado, por lo que además de su vestimenta de protección acepta que los seis guardaespaldas cuiden de su seguridad personal por temor a ser víctima de un atentado.
Hace más de una década que los narcotraficantes dominan la región de Tierra Caliente, estado de Michoacán, tejiendo una red de corrupción, que el padre Gregorio López conoce bien y que ha llevado a la aparición de milicias civiles llamadas “autodefensas”.
“Una vez que La Familia, ahora Caballeros Templarios, se posicionó en el mercado de las drogas de Michoacán, comenzó una estrategia basada en ejes: social, político, intelectual, económico, laboral y en el ámbito de la aplicación de la justicia”, explica el sacerdote en la entrevista con El Universal.
Con tanta penetración en las diferentes capas de la sociedad, pronto comenzaron a inyectar sus ganancias en negocios legales, comercios y empresas de las que se han ido apoderando con el servicio de sicarios y ante la inacción de las autoridades, concluye el religioso.