En un avance que podría transformar el sector de los microchips, ingenieros de Princeton han utilizado redes neuronales convolucionales para diseñar chips de ondas milimétricas, componentes esenciales en tecnologías como los módems 5G. Este innovador proceso, que comprime semanas de trabajo humano en apenas horas, ya ha sido publicado en Nature Communications y abre nuevas interrogantes sobre la capacidad de la inteligencia artificial (IA) para superar a los métodos tradicionales.
REDES NEURONALES Y DISEÑO DE CHIPS 5G
El equipo, encabezado por el ingeniero eléctrico Kaushik Sengupta, aplicó un enfoque de diseño inverso: la IA parte del resultado deseado y trabaja hacia atrás para configurar la mejor estructura posible. El resultado son chips con diseños extraordinariamente eficientes, pero también caóticos y aleatorios. “Los diseños clásicos se ensamblan pieza a pieza, mientras que la IA explora opciones ilimitadas, creando patrones que, a día de hoy, ni siquiera nosotros podemos entender completamente”, señaló Sengupta, enfatizando la naturaleza enigmática de estos circuitos.
DESAFÍOS FUTUROS
Aunque estos chips superan a los convencionales en eficiencia, su complejidad genera inquietudes: la falta de comprensión de su arquitectura plantea serios desafíos para reparaciones o modificaciones futuras. Además, el proceso puede generar “alucinaciones”, es decir, diseños defectuosos que requieran intervención humana para su corrección. Los investigadores insisten en que esta tecnología debe ser vista como una herramienta complementaria destinada a potenciar la creatividad y productividad de los ingenieros, no a reemplazarlos.
El potencial de esta innovación es vasto, pues podría extenderse a otras áreas del diseño de circuitos, optimizando parámetros como la eficiencia energética y el rendimiento. Al optar por publicar sus hallazgos en acceso abierto, el equipo de Princeton invita a la comunidad global a explorar y desarrollar esta tecnología disruptiva, marcando el inicio de una nueva era en el mundo digital donde la frontera entre la creatividad humana y la capacidad computacional se vuelve cada vez más difusa.