La Generación Z, nacida a finales de los 90 y principios de los 2000, está cambiando las reglas de la comunicación.
Acostumbrados a un mundo dominado por mensajes instantáneos, redes sociales y comunicación escrita, estos jóvenes desarrollan un rechazo cada vez mayor hacia las llamadas telefónicas tradicionales. Sin embargo, evitar esta herramienta está generando consecuencias inesperadas en su vida personal y profesional.
PREFERENCIA POR MENSAJES
Para los centennials, las llamadas representan una interrupción abrupta de su rutina. Estos jóvenes valoran la privacidad y el control que les brinda la comunicación escrita, donde pueden pensar antes de responder. "Las llamadas me generan ansiedad, prefiero un mensaje que pueda contestar a mi ritmo", comparte Sara, de 23 años, una joven consultada.
Además, la comunicación asíncrona, como correos electrónicos y mensajes de texto, permite gestionar relaciones de manera más flexible y con menos presión. Esto, en una generación que lucha con inseguridades sociales, se traduce en una preferencia marcada por evitar las conversaciones en tiempo real.
OPORTUNIDADES PERDIDAS
El rechazo a las llamadas no está exento de costos. Al evitar el contacto telefónico, la Generación Z pierde oportunidades de desarrollar habilidades esenciales como la escucha activa, la empatía y la negociación. Estas son competencias clave para establecer relaciones personales y cerrar negocios en el ámbito profesional.
Además, según especialistas en comunicación laboral, muchos jóvenes pierden oportunidades de empleo simplemente por no devolver llamadas o manejar entrevistas telefónicas de manera efectiva. "Recibimos feedback constante de empleadores frustrados porque los candidatos no contestan o prefieren responder por WhatsApp", señala un reclutador de recursos humanos.
Aunque los mensajes escritos tienen ventajas, las llamadas ofrecen beneficios únicos, como resolver conflictos de manera más directa, establecer conexiones profundas y transmitir emociones con mayor claridad. Para los centennials, encontrar un balance entre ambos mundos podría ser la clave para aprovechar las ventajas tanto del mundo digital como del interpersonal.