A lo largo de la historia moderna de la exploración espacial, muchos países y agencias espaciales se han dado a la tarea de enviar sondas para orbitar la Luna. Sin embargo, solo tres de estas naves llegaron a posarse de manera controlada en su superficie, y hasta ahora, solo astronautas estadounidenses han dejado su huella en ella.
Recientemente, la exploración lunar ha tomado un ritmo acelerado y muchos actores, incluyendo empresas privadas, se están sumando a la causa. El aterrizaje del primer hombre en la Luna en 1969, a través del programa Apolo de Estados Unidos, significó un gran hito en la exploración espacial, pero no fue el comienzo de la historia.
La Unión Soviética disputaba la carrera espacial y había conseguido alcanzar la superficie lunar mucho antes. Lo hizo impactando la sonda Luna-2 en 1959 y situando la Luna-9 en órbita en 1966. Los soviéticos incluso lograron llevar la nave no tripulada Luna-24 a la Luna, tomar muestras y traerlas de regreso a la Tierra en 1976.
A pesar de estos avances, Estados Unidos superó a los soviéticos y se consolidó como el líder en exploración lunar, dado que la URSS no tenía la capacidad para enviar y traer de vuelta a la Tierra a una tripulación humana. Posterior a la carrera entre ambas superpotencias, Japón, Europa, China y la India también se unieron a la exploración lunar.
Sin embargo, durante las siguientes cuatro décadas, fueron escasas las misiones que se enfocaron en investigar nuestro satélite. Las misiones realizadas solamente orbitaban la Luna o realizaban impactos violentos, dejando de lado la investigación in situ.
MÁS NACIONES QUIEREN LLEGAR A LA LUNA
Recientemente, el número de misiones al satélite ha incrementado considerablemente y cada vez más naciones y corporaciones se unen, ya sea con sus propias misiones o como pasajeros en proyectos más grandes. Luxemburgo, Israel, Corea, Italia y los Emiratos Árabes Unidos son algunos de los que se han sumado o planean sumarse a los proyectos de exploración lunar.
Además, nuestro satélite está previsto como parte de los planes de varias potencias espaciales, cuyo objetivo es utilizar a la Luna como una estación de tránsito en los viajes hacia Marte y los asteroides. Pero la Luna no es solamente un paso esencial hacia estos cuerpos celestes, sino que también posee un gran valor intrínseco, tanto desde el punto de vista científico como comercial.
El subsuelo lunar se cree rico en minerales estratégicos y su superficie está llena de Helio-3, un isótopo que podría ser esencial en futuras plantas de energía termonuclear, lo que podría justificar la colonización de la Luna. La batalla por los recursos de la Luna se asemeja a la toma de control de recursos naturales en la Tierra.
Tal como el Tratado de Tordesillas y la Conferencia de Berlín repartieron gran parte del mundo entre varios países, el espacio exterior está comenzando a ser compartido entre una serie de actores internacionales. Misiones como Artemis, lideradas por Estados Unidos y con la participación de al menos 28 países, prevén una inversión de al menos 100.000 millones de dólares y representarán el regreso del ser humano a la superficie lunar.
Así, el satélite podría convertirse no solo en una base permanente sino también en una estación de tránsito hacia otros cuerpos celestes. La cooperación entre naciones es indispensable en esta carrera espacial. Como lo muestran los acuerdos entre Rusia y China o entre India y Japón, un trabajo conjunto puede resultar más beneficioso para el avance de la humanidad en el espacio.