Un hombre de 67 años de edad es el primer receptor del aparato, cuya batería puede ser trasladada en una bolsa, esto, después de que los cardiólogos descartaron realizarle un trasplante porque otras enfermedades que padecía no lo permitían.
El dispositivo artificial era la única posibilidad para Pedro Antonio Pérez, que sufrió un infarto en 1996, y a quien los médicos del hospital madrileño 12 de Octubre habían dado apenas unas semanas de vida.
El aparato es un mecanismo de titanio con dos cánulas de entrada y salida al corazón, y un motor-bomba eléctrico que impulsa la sangre al interior del órgano, y que se inserta en el pecho del paciente.
El motor-bomba eléctrico funciona gracias a un pequeño cable que se enchufa a la red eléctrica si la persona se encuentra en casa, o en dos baterías recargables que puede llevar en una bolsa si desea salir de casa.
Se calcula que el corazón artificial puede durar entre 8 y 10 años funcionando, y transcurrido ese tiempo debería sustituirse sólo la parte del motor.
Mientras tanto, el paciente solo tiene que extremar la higiene en la zona del cable de conexión eléctrico que, al estar en el exterior, es la única zona susceptible de infección.