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Hace 2 horas

El hijo favorito sí existe: qué dice la ciencia sobre el favoritismo parental y sus efectos a largo plazo

Un reportaje de The New York Times revisa estudios que confirman que el trato desigual entre hijos es más común de lo que se admite y puede marcar la salud emocional hasta la adultez.

El hijo favorito sí existe: qué dice la ciencia sobre el favoritismo parental y sus efectos a largo plazo

Un reportaje de The New York Times revisa estudios que confirman que el trato desigual entre hijos es más común de lo que se admite y puede marcar la salud emocional hasta la adultez.




Durante décadas, el favoritismo entre hijos ha sido un tema incómodo, más ligado a percepciones personales que a datos verificables. Sin embargo, la investigación científica acumulada en los últimos años demuestra que este fenómeno es frecuente y que sus consecuencias no se limitan a la infancia.

Así lo detalla un reportaje de The New York Times, basado en estudios realizados en Estados Unidos y Europa, que analizan cómo el trato desigual dentro de una familia puede dejar huellas duraderas en el bienestar emocional de los hijos.

¿Qué dice la ciencia?

Según un estudio liderado por J. Jill Suitor, profesora de sociología en la Universidad de Purdue, cerca de dos tercios de los padres muestran algún grado de favoritismo hacia uno de sus hijos.

Para llegar a esta conclusión, Suitor reclutó en 2001 a más de 500 madres con dos o más hijos adultos. En lugar de preguntar directamente si tenían un hijo favorito, utilizó preguntas indirectas: con cuál se sentían emocionalmente más cercanas, a quién recurrían con mayor frecuencia o en quién invertían más tiempo y recursos.

Dos décadas después, los resultados mostraron que, en muchos casos, el hijo favorito se mantiene igual durante años e incluso décadas, lo que refuerza la idea de que no se trata de una preferencia pasajera.

¿Quiénes suelen ser los hijos favoritos?

Los patrones se repiten. Diversos estudios indican que las hijas y los hermanos menores tienden a recibir un trato preferencial con mayor frecuencia.

Un análisis publicado este año reveló que, durante la infancia, las niñas tenían más probabilidades de ser favorecidas por sus padres. A esto se suman factores menos evidentes, como la personalidad: los hijos percibidos como más amables, responsables o meticulosos suelen ser preferidos.

Esto ocurre, en parte, porque son vistos como “más fáciles de criar”, explica Alex Jensen, investigador de la Universidad Brigham Young y autor de uno de los estudios citados.

En la adultez, el favoritismo no depende tanto del éxito académico o laboral, sino de la afinidad valórica. Suitor observó que los padres tienden a sentirse más cercanos a los hijos que comparten sus creencias, incluso en ámbitos como la religión o la política.

¿Cómo afecta a los hijos?

Más allá de las razones de los padres, los especialistas subrayan que lo determinante es cómo los hijos perciben ese trato.

Estudios en salud mental asocian sentirse menos favorecido en la infancia con mayores niveles de ansiedad y depresión, relaciones familiares más conflictivas y conductas de riesgo en la adolescencia, como el consumo de alcohol o tabaco.

En la adultez, ese impacto persiste. Una investigación citada por The New York Times mostró que el bienestar emocional de los hijos adultos estaba más relacionado con cómo creían haber sido tratados por sus padres que con variables como el empleo o el estado civil.

“Puedes hablar con adultos mayores y te contarán lo que pasó cuando tenían cinco años”, señaló Laurie Kramer, investigadora de la Universidad Northeastern. “Están estancados en eso”.

Un tema incómodo, pero necesario

Los expertos coinciden en que el favoritismo no siempre es consciente ni intencional. Aun así, sí tiene consecuencias reales.

Hablar abiertamente del tema y explicar por qué un hijo recibe más apoyo en determinados momentos —por ejemplo, por una enfermedad o una situación personal compleja— puede ayudar a reducir el daño emocional.

De lo contrario, advierten los investigadores, estas heridas tienden a persistir durante toda la vida. Como resume Suitor, se trata de “apegos muy profundos que nos acompañan siempre”.


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