En Alemania, Estados Unidos y otros países, no es raro ver a un perro con suéter, comida premium y hasta pastel de cumpleaños. Para muchos, ya no son simplemente mascotas: son hijos. Esta tendencia creciente ha despertado la curiosidad de investigadores, quienes buscan entender por qué tantos adultos están reemplazando el concepto de familia tradicional por una con patas y cola.
RESPUESTA A LA SOLEDAD Y EL CAMBIO SOCIAL
Estudios recientes publicados en la revista European Psychologist apuntan a que el vínculo humano-perro responde a profundas transformaciones sociales. A medida que disminuyen los nacimientos y aumentan la soledad y el aislamiento, especialmente entre jóvenes y adultos mayores, los perros llenan un vacío emocional. Son compañeros de piso, “primeros hijos”, aliados contra la soledad y hasta sustitutos afectivos cuando los hijos humanos se van de casa.
Además, los perros mantienen su dependencia emocional durante toda su vida, a diferencia de los niños, lo que los convierte en compañeros ideales para quienes buscan cuidar sin que ese vínculo termine. Su comportamiento juguetón, su mirada tierna y su fidelidad despiertan en los humanos respuestas biológicas similares a las de la paternidad o maternidad intensiva.
¿SON 'BEBÉS'?
Aunque a muchos les gusta llamarlos “bebés peludos”, los investigadores advierten que no se trata de una sustitución directa de los hijos humanos. De hecho, muchas personas eligen tener perros precisamente porque no son niños: requieren menos recursos, no crecen para independizarse y no enfrentan los mismos costos que la crianza tradicional. En Estados Unidos, criar a un hijo cuesta hoy un 35,7 % más que hace dos años.
Sin embargo, hay límites claros. Un experimento mental reveló que la mayoría de personas elegiría salvar a un niño antes que a cien perros. Además, las tasas de abandono canino —más de 3 millones de perros ingresan a refugios al año solo en EE.UU.— muestran que el compromiso humano-animal, aunque profundo, no alcanza el mismo nivel que el humano-humano.
INFLUENZA DE LA CULTURA Y EL LENGUAJE
La relación humano-perro también varía según el entorno cultural. En países como EE.UU. y Canadá, muchos propietarios se autodenominan “mamá” o “papá” de sus mascotas, aunque reservan ese lenguaje para contextos íntimos. En cambio, en otras culturas, la relación con los animales se mantiene más distante, sin esta humanización afectiva.
Esta dualidad muestra que el fenómeno del “perro como hijo” es tan emocional como social, y refleja una época en la que los lazos afectivos cambian, evolucionan y, en muchos casos, se trasladan hacia los amigos de cuatro patas.