Cuando una persona toma un baño, muchas optan por incorporar una esponja en su rutina de higiene. Este utensilio suele ser empleado para distribuir de mejor manera el jabón por las zonas del cuerpo y supuestamente conseguir una limpieza más profunda por medio de la exfoliación, al eliminar las células muertas y otras suciedades.
Sin embargo, el uso de la esponja podría ser no tan positivo para la salud como se cree. Utilizar este objeto podría generar daños en la piel, especialmente en aquellas que son más sensibles o reactivas. Debido a que la esponja provoca mucha fricción, esto puede conducir a una erosión en exceso, eliminando más células de lo necesario y debilitando la barrera cutánea.
Además, de acuerdo a una investigación publicada en la revista Journal of Clinical Microbiology, las esponjas que quedan guardadas en el baño pueden albergar una amplia cantidad de bacterias. Cuando este utensilio se deja húmedo en un rincón de la ducha o colgada, se crea un ambiente perfecto para que las gérmenes crezcan. Estas bacterias pueden alimentarse de las células desechadas que quedan atrapadas en la esponja, lo que representa un riesgo para la salud.
En esa línea, la Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV) sugiere que lo mejor es ducharse sin esponja y solamente utilizar las manos al momento de frotar el jabón. De esa manera, se podrá llevar a cabo una higiene adecuada sin poner en riesgo nuestra salud.