El diagnóstico de la depresión puede caer en el riesgo de que se patologice una reacción vital normal, como es la tristeza. Sobre los escollos que supone la identificación de la enfermedad psiquiátrica ha centrado su intervención en un simposio internacional del especialista Mario Maj.
La depresión mayor afecta, a lo largo de la vida, a entre el 10 y el 25 por ciento de las mujeres y al 5-12 por ciento de los hombres, pero es necesario mejorar los criterios para el diagnóstico de esta enfermedad con el objeto de no convertir en un trastorno reacciones normales ante situaciones vitales.
Así lo ha señalado Mario Maj, psiquiatra y profesor de la Universidad de Nápoles (Italia), durante el Simposio Internacional sobre Actualizaciones y Controversias en Psiquiatría. Nuevas perspectivas en depresión", que se ha llevado a cabo en Barcelona.
Es importante que los profesionales nos planteemos la pregunta: ¿cuándo la depresión se convierte realmente en un trastorno mental?
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la depresión podría convertirse en 2020 en la segunda causa de discapacidad en el mundo. El problema es, según Mario Maj, que el umbral que fija el manual de criterios diagnósticos de los trastornos psiquiátricos DSM-IV para el diagnóstico de la depresión mayor es arbitrario y, además, no está basado adecuadamente en criterios sólidos y pragmáticos.
Por ese motivo indican "es importante que los profesionales nos planteemos la siguiente pregunta: ¿cuándo la depresión se convierte realmente en un trastorno mental?".
Para responder a esta interrogante, Maj, que ha sido uno de los miembros del equipo de trabajo del manual DSM-V sobre trastornos del estado de ánimo, parte de tres enfoques diferentes, cada uno con sus debilidades y fortalezas.
Uno de ellos es el enfoque contextual, "que supone que siempre hay una diferencia básica entre tristeza normal y depresión, ya que la primera tiene que ver con algún hecho de la vida de la persona, y es una respuesta normal y proporcionada. La depresión, en cambio, no se relaciona con un hecho vital y, si se relaciona, la reacción es desproporcionada".
El problema del DSM-IV es que propone un umbral arbitrario, que no está fundamentado en bases pragmáticas razonablemente sólidas
Aunque a juicio de Mario Maj se trata de un enfoque razonable, que además está en sintonía con el DSM-IV, presenta la dificultad de que el clínico debe establecer la relación entre el estado de ánimo de su paciente y sus hechos vitales. "Algo que no es sencillo, porque muchas personas en estado depresivo intentan dar sentido a su estado dando más peso negativo a situaciones vitales que, en realidad, son neutras".
Uno de los enfoques es el cualitativo, que parte de la base de que siempre hay una diferencia cualitativa entre tristeza normal y depresión. "Es una diferencia que se ha perdido en el reciente proceso de simplificación de la psicopatología", ha señalado Mario Maj. "Sería difícil mantener que exista siempre una clara diferencia cualitativa entre tristeza y depresión".
Es posible que haya que definir un umbral para los casos de depresión que necesiten atención clínica y otro para la psicofarmacológica
Para finalizar el psiquiatra explicó, el tercer enfoque es el pragmático. Según éste, hay un continuo entre la tristeza y la depresión, por lo que el diagnóstico del trastorno debería estar basado en criterios pragmáticos: existe depresión cuando se llega a un determinado umbral de gravedad, duración e intensidad. "El problema del DSM-IV es que propone un umbral que es arbitrario, que no está fundamentado en bases pragmáticas razonablemente sólidas".
El DSM-IV se basa en tres umbrales: cinco síntomas depresivos o más; la presencia de los síntomas durante dos semanas como mínimo, y un claro deterioro funcional. "Pero, por ejemplo, el criterio cronológico no se ha validado en ningún estudio. Y hay datos que parecen indicar que el tercer criterio, el funcional, es redundante, ya que lo cumplen más del 90 por ciento de las personas que cumplen los dos primeros".
De este modo, Maj ha defendido la necesidad de que la depresión se vea como una enfermedad análoga a la hipertensión o la diabetes, en las que existe un continuo de estados en la población. "Hay que investigar más y, además, es posible que haya que definir un umbral para los casos de depresión que necesiten atención clínica y otro umbral para los que necesiten atención psicofarmacológica".