La norma que obliga a los motociclistas a usar chalecos reflectantes con el número de placa ha desatado un intenso debate en las calles de Lima, donde la delincuencia en motos sigue siendo un problema crítico. El reportaje de Panorama recoge las voces de los ciudadanos, divididos entre quienes ven la medida como una solución para identificar a los delincuentes y quienes la consideran inútil. “Es puro barajo, los choros igual roban con o sin chaleco”, afirmó un transeúnte, reflejando la frustración de muchos que creen que la norma no ataca el fondo de la inseguridad.
Por otro lado, algunos defienden los chalecos como una herramienta de prevención. “Con el chaleco, al menos se identifica la placa y se puede registrar al motorista”, aseguró un ciudadano a favor de la medida. Sin embargo, la facilidad para falsificar placas y chalecos socava su efectividad, como confesó un motociclista: “Una vez usé el chaleco de un amigo y pasé por los policías sin problema”. Esta “criollada” evidencia las lagunas de la norma, que no cuenta con un registro riguroso ni controles efectivos.
¿Una medida insuficiente o un paso adelante?
Críticos de la medida, como un ciudadano que comparó los chalecos con “marcas de judíos”, sostienen que no frena la delincuencia en motos, pues los robos persisten incluso con la norma en vigor. “En Colombia ya fracasó, aquí es lo mismo”, señaló otro entrevistado, mientras que una señora anónima fue tajante: “Es una porquería, el gobierno no sabe poner leyes”. La percepción de que la policía solo detiene a los “bien formados” y no a los verdaderos delincuentes refuerza el escepticismo hacia la medida.
Mientras el debate crece, algunos piden soluciones más drásticas, como prohibir las motos o aplicar mano dura contra los delincuentes. “Si se resiste, pum pum, no hay que temblar”, comentó un ciudadano, evocando medidas extremas al estilo de Bukele. Sin embargo, los robos con motos, chalecos y placas visibles siguen ocurriendo, dejando a muchos preguntándose si la norma protege a los ciudadanos o solo humilla a los motorizados honestos. “La delincuencia está un paso adelante”, lamentó un transeúnte, resumiendo el sentir de una ciudad cansada de la inseguridad.