Esta es la crónica de una clasificación anunciada. La fría noche de primavera del 15 de noviembre en el Estadio Nacional de Lima se tornó caliente durante más de 90 minutos. Miles de peruanos estaban a punto de estallar en un júbilo común, que solo ha podido conseguir el aliento a un grupo de muchachitos que no les pesó nunca nuestra blanquirroja querida y rompieron un maleficio que nos tenía como locos desde hace 36 años.
Sí señores, esa noche nuestra Selección Peruana lograba lo que para muchos parecía sencillamente imposible. Los pupilos de Ricardo Gareca estaban preparados para darle la mayor alegría en muchos años a una nación que ya merecía estar nuevamente en un mundial.
El francés Clément Turpin hacía sonar su silbato y los nervios en los aficionados empezaban a aflorar. Sensación que poco a poco fue bajando transformado como un puñado de energía hacia el gramado del coloso de José Díaz que empujaba a los seleccionados a conseguir la victoria sea como sea.
Hasta que llegó el minuto 28 del encuentro. El llamado a mover los hilos del equipo hizo su aparción entró en la escena del gol. Christian Cueva hizo lo que quiso con su marcador, llegó al área grande de los Kiwis y le dejó servido el balón a Jefferson Farfán para que con un derechazo rompa la resistencia del golero neozelandes Marinovic. La 'Foca' hizo estallar a todo el recinto el cual casi "se cae" cuando sacó la camiseta de "su compadre", Paolo Guerrero para dedicarle gol y decirle que la banda de capitán y el lugar de '9' lo esperan en algún lugar de Rusia en junio próximo.
Pero la cosa no quedó ahí, pues en la etapa complementaria, fue Christian Ramos, quien amplió el marcador a favor de los dueños de casa. La 'Sombra' hizo que la algarabía y la histeria total se desate no solo en el Nacional, sino en todo el territorio peruano.
