Un camino que comenzó en la infancia. Jhazel Quispe recuerda que en los años noventa, cuando tenía diez años, acompañaba a su madre al mercado y veía puestos en las calles donde se exhibían ranas en el interior de acuarios. Siempre se acercaba por curiosidad, deseando entender por qué estos anfibios que vivían en el lago Titicaca estaban expuestos en estas peceras, pensaba que se iban a ahogar; sin embargo, con el tiempo aprendió que el destino de estas especies era ser servidos en jugos verdes.
Originario de la región Puno, Jhazel ha dedicado los últimos años de su vida a estudiar la rana gigante del lago Titicaca (Telmatobius culeus), una especie única que habita en el lago navegable más alto del mundo, ubicado a más de 3.800 m.s.n.m. Su importancia para la fauna silvestre de nuestro país no solo se debe a que se trata del anfibio acuático más grande reportado hasta la fecha, sino que además es una especie endémica de este ecosistema, es decir, que no habita en ningún otro lugar del planeta además que, en dicho cuerpo de agua altiplánico, situado entre Perú y Bolivia.
En el país, el Ministerio de Agricultura y Riego (MIDAGRI) ha categorizado a la rana del Titicaca como una especie en “peligro crítico de extinción”, según el Decreto Supremo N°004-2014-MIDAGRI. Como su población es cada vez más reducida, la rana gigante del Titicaca se encuentra considerada como una “especie en peligro” para la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), que registra datos actualizados hasta septiembre del 2019.
Desde niño, Jhazel fue un explorador curioso del lago Titicaca. Jugaba con su primo cerca de los charcos formados por la temporada de lluvias, donde los pequeños renacuajos eran su primera ventana a un mundo natural. Cuando regresaban, estos ya no estaban; habían desaparecido. "Creo que esa curiosidad incentivó en mí el deseo de conocer más sobre la naturaleza, especialmente sobre el lago", cuenta con una sonrisa. Sin embargo, nunca imaginó que aquel misterio infantil lo llevaría a estudiar Biología y décadas después, a sumergirse, literalmente, en el fondo de este importante cuerpo de agua para entender y proteger a una especie olvidada.
Un día, una organización estadounidense lo llamó para que se sume a una investigación en torno a la rana gigante del lago Titicaca, un trabajo que marcaría un hito en su carrera. Uno de los principales retos que vislumbró cuando comenzó a indagar más sobre esta especie fue la falta de información oficial de este anfibio. “Había un vacío de investigación de más de 15 años”, sostuvo, destacando que en ese entonces no se observaba un trabajo articulado entre Servicio Nacional Forestal y de Fauna Silvestre (Serfor), la Fiscalía y la Policía Nacional del Perú (PNP) en la conservación de este animal.
Pese a que sus estudios iniciaron en 2017, esto parece no haber cambiado en estos últimos años. Al consultarle a la Coordinadora Nacional de las Fiscalías Especializadas en Materia Ambiental, Flor de María Vega Zapata, sobre “el registro completo de las ranas gigantes del lago Titicaca incautadas de provincias y regiones del Perú hacia Lima Metropolitana y Callao entre el año 2020 y 2024”, respondió que no se cuenta con datos actualizados sobre este tema.
“Es pertinente comunicar que no se cuenta con información (actuales o de años anteriores) del número de incautaciones ni fechas, más aún de animales silvestres (ranas gigantes del lago Titicaca) que hayan sido identificados a nivel nacional”, se lee en la respuesta a la solicitud de acceso a la información pública que realizó nuestro equipo periodístico.
TRÁFICO ILEGAL DE LA RANA GIGANTE DEL TITICACA EN EL PERÚ
Pese a que hace 10 años se prohibió la captura de la rana gigante del Titicaca, esta especie aún se trafica desde Puno a ciudades como Cusco, Lima, Arequipa y Junín. Los traficantes aprovechan la necesidad económica de las comunidades que viven cerca al lago para comprarles grandes cantidades.
Jhazel Quispe conversó con comunidades que le confirmaron que antes vendían a las ranas; pero que actualmente ya no lo hacen porque estas han ido desapareciendo. “Alguien ha venido y me ha dicho que me va a comprar la rana por S/1 y yo juntaba entre 100 a 200 ranas, venía con su carro y se las llevaba”, le confesó uno de los comuneros al biólogo.
Según el Decreto Supremo N° 007-2021-MIDAGRI, promovida en el marco de la Ley 29763, Ley Forestal y de Fauna Silvestre, las personas que incurren en la infracción de tráfico ilegal de fauna silvestre tienen una sanción monetaria mayor a 10 UIT hasta 5.000 UIT por “comprar, ofrecer para la venta, vender, transformar, almacenar, exportar, importar y/o poseer especímenes, productos y/o subproductos de fauna silvestre de origen ilegal”.
Entre 2015 y 2020, la rana gigante del Titicaca encabezó la lista de especímenes vivos más incautados dentro de las fronteras del Perú, indicó un informe de Insight Crime. Según esta organización, entre esos años se incautaron 11.000 anfibios de esta especie, superando las al perico de ala amarilla (segundo en la lista), que registró cerca de 7.000 incautaciones.
Tras realizar un pedido de acceso a la información a Serfor, nuestro equipo periodístico pudo constatar que, en los últimos cuatro años, se registró la incautación de un total de 3.778 anfibios del género Telmatobius a nivel nacional, el cual agrupa a la especie de la rana gigante del Titicaca. En ese periodo, el departamento con mayor número de intervenciones fue Puno, donde se hallaron 3.196 anfibios vivos, que posteriormente fueron liberados. Solo 76 de ellos no pudieron ser identificados como ranas gigantes del Titicaca.
Después de Puno, los departamentos con mayores incautaciones de anfibios Telmatobius fueron Lima (259), Cusco (126), Junín (99) y Arequipa (98), respectivamente. La gran mayoría de intervenciones en Arequipa y Junín tuvieron lugar en mercados y tiendas: todos resultaron ser ranas del Titicaca.
De las halladas en Arequipa, 93 estaban vivas y 5 muertas. Mientras tanto, de las 99 de Junín, 69 continuaban vivas y 23 muertas. Por otro lado, de las 126 halladas en Cusco, solo se pudo identificar que una pertenecía a la especie Telmatobius.
En el departamento de Lima, se incautaron 259 especímenes Telmatobius en siete intervenciones: seis tuvieron lugar el 12 de noviembre de 2021 en el distrito de Ate (vía pública) y, la más reciente, en enero de 2024 en el distrito de Jesús María. En el operativo de Ate, el número de anfibios fueron 219 en total, de los cuales 10 se encontraban muertos y sin piel. Mientras tanto, en Jesús María, se encontraron 40 ranas acuáticas: todas ellas muertas. En todos estos casos, sin embargo, no se pudo identificar si los especímenes hallados eran de la especie Telmatobius culeus, posiblemente por el estado en que se encontraban.
El equipo periodístico evidenció aparentes incongruencias entre la data proporcionada por Serfor sobre las intervenciones realizadas en los últimos cuatro años con respecto a la información que brindan en una nota de prensa publicada en el portal del Estado.
El 3 de septiembre del 2024, Serfor y las Aduanas decomisaron 390 ranas del Titicaca disecadas en el distrito de Cabanillas, en Puno. Tres meses antes, en junio se decomisaron “797 especímenes vivos de rana del Titicaca que fueron hallados en una caja de madera con varios compartimentos”, indica una nota de prensa.
Sin embargo, ninguna de estas intervenciones se registró en la base de datos proporcionada por la institución, actualizada hasta el 28 de noviembre de este año. En este documento apenas figuran 52 anfibios Telmatobius incautados en dos intervenciones: una en Lima y otra en Huancayo, pero en ningún momento en Puno.
Al consultar con la Oficina de Comunicaciones de Serfor, encabezada por Laura Anco, sobre este posible error o falta de información, no conseguimos respuesta ni los descargos correspondientes. Por otro lado, la institución no respondió a las solicitudes de entrevista que se realizaron en su momento con respecto a la situación actual de la rana gigante del Titicaca.
Jhazel Quispe advierte que uno de los principales inconvenientes para determinar el verdadero número de ranas gigantes del Titicaca que son traficadas dentro del país tiene relación con el estado en que son encontradas. Si son capturadas vivas, los especialistas podrán conocer la especie en cuestión. Sin embargo, si se encuentran peladas o solo se cuentan con algunas extremidades, la tarea para identificarlas se complica a pesar de contar con guías sobre cómo reconocer una especie a partir de sus cadáveres.
En ese sentido, una de las mayores frustraciones para el biólogo puneño es la falta de información sobre la cifra exacta del tráfico de la rana gigante del Titicaca. “Cuando hay incautaciones de 300, 580 o 800 ranas son pequeñas luces, pero no se sabe realmente cuánto está pasando por lo bajo”, explica.
Sobre la modalidad del tráfico de la rana gigante del Titicaca, Dennis Xavier Huisa-Balcon, biólogo y técnico en control de Serfor Puno, nos explica que el modo de transporte de la especie a lo largo y ancho del país ha variado en los últimos años. Cuenta que antes los traficantes camuflaban a estos anfibios en cajas de helado, no obstante, ahora lo hacen en cajas de madera de copaiba.
El estado de conservación en que la especie es traficada también ha variado: si son traficadas enteras o en extremidades. “La modalidad ha cambiado, antes la transportaban vivas y ahora le sacan la piel y las hacen secar”, explica. Asimismo, agrega que para fortalecer la fiscalización hacen falta escáneres para no tener la necesidad de abrir los equipajes y personal especializado para abarcar puestos de control en el lago del Titicaca.
LOS PELIGROS DEL CONSUMO DE RANAS EN EXTRACTOS Y JUGOS MEDICINALES
Según Dennis Huisa-Balcon, el mercado más grande de consumo de rana en extractos y jugos se encuentra en la capital del Perú. “Primero estaría Lima, donde más se trasladan los animales, después se podría decir que está Cusco, Arequipa, Moquegua, Tacna y Huancayo”.
En el mercado mayorista de Huancayo, capital de la región de Junín, existe toda una cuadra de medicina tradicional y en uno de ellos venden el extracto de rana. En el momento te lo licuan con un caldo y lo vierten en una botella a S/15 que promete ayudar a curar el dolor de cabeza, epilepsia y el susto.
El consumo de ranas en bebidas es una costumbre que también se observa en la capital. En pleno corazón del emporio de Gamarra existen locales que ofrecen extractos desde 15 soles a base de distintos anfibios que promete decirle adiós a problemas en los “bronquios, asma, gripe, estrés, TBC, cansancio físico, mental, artrosis, anemia, impotencia sexual”.
El consumo de anfibios en jugos, extractos y otros platillos exóticos se encuentra extendido en el medio y se está directamente ligado al tráfico. “Oferta y demanda, mientras haya personas que consuman, va a haber personas que extraen", fue la conclusión a la que llegó la médico veterinario Jannet Vélez cuando trabajaba en la Dirección de Planeamiento y Promoción Forestal y de Fauna Silvestre en el Instituto Nacional de Recursos Naturales (INRENA), institución que precedió al Serfor.
La especialista destacó que el tráfico ilegal de ranas gigante del Titicaca para la preparación de jugos no solo representa un problema para la conservación de la especie, sino que también podría suponer riesgos en la salud para quienes consumen estos brebajes. “Hay que entender que hay un riesgo de zoonosis porque a la rana no la cocinan, va cruda, la licúan y ahí están los intestinos. Por más que digan que le sacan las vísceras, de todas maneras, hay contaminación del cuerpo de la rana con materia fecal, la cual puede tener bacterias que incluso pueden ser muy peligrosas para el ser humano. Podrían ser resistentes a los medicamentos, no lo sabemos, entonces hay que hacer más investigación al respecto y hacer entender a la población de que lo que están haciendo es arriesgarse a obtener una enfermedad o un parásito”, sostuvo.
En una revisión documental de Wildlife Conservation Society (WCS), realizada en 2021, se alertó sobre la presencia de al menos 18 bacterias y parásitos con potencial zoonótico en esta rana, es decir, capaces de producir enfermedades en los humanos, principalmente en el sistema gastrointestinal. En ese sentido, la médico veterinaria hizo hincapié en la necesidad de desarrollar más investigaciones en torno a esta enigmática especie, sobre todo uno que termine de confirmar o desmentir los supuestos beneficios medicinales de los jugos a base de rana gigante del Titicaca.
SOLUCIONES PARA CONSERVAR A LA RANA GIGANTE DEL TITICACA
Una investigación publicada este año, sugiere que, en la época prehispánica de la costa norte del Perú, los Mochicas y Lambayeques representaron al sapo y la rana en su iconografía y cerámicas "probablemente asociado a la fertilidad, la agricultura y los ciclos de lluvia", indica el estudio.
El antropólogo Alexander Huerta-Mercado explica que en Latinoamérica la representación del sapo "se asocia aparentemente a las lluvias, a la fertilidad de la tierra y por analogía al humano, cuando la cultura hace un paralelismo entre naturaleza y cuerpo humano, pero esto es solo una suposición".
Al consultarle al antropólogo Huerta-Mercado sobre la idea de consumo de especies, comenta que "han estado asociado en un primer momento a las características del animal consumido, pero luego a partir de su exotización se ha proyectado una serie de poderes que van desde los revitalizantes hasta afrodisíacos", explica.
Huerta-Mercado también sostiene "que, a partir del machismo patriarcal y la fragilidad masculina, todo lo que aumente el potencial sexual es un éxito de ventas y un peligro ecológico porque ya vamos extinguiendo varios animales por culpa de esa desesperación machista".
La mayoría de los expertos coinciden en que para combatir el tráfico ilegal de la rana gigante del Titicaca resulta necesario combatir las costumbres culturales de la población y la desinformación en torno a los presuntos beneficios medicinales del consumo del animal.
El impacto de los estudios científicos, no obstante, puede resultar insuficiente, más aun considerando que el tráfico de la rana del Titicaca también puede significar un ingreso de dinero para las familias de Puno, considerada entre las cinco regiones del país con mayor pobreza monetaria (Comex). Ante ese escenario, otros optan por un camino alterno: involucrar a las comunidades nativas en la conservación de la especie. Ese es el enfoque de trabajo de Natural Way, la organización sin fines de lucro que creó Jhazel Quispe junto a otros colegas en 2016.
Luego de realizar una maestría en Panamá, el biólogo regresó a Puno para acercarse más a las comunidades en las orillas del Lago Titicaca y comunicarles sobre la importancia de la especie, que tiene fama de mal agüero entre los pescadores locales. Sin embargo, a pesar de que Jhazel es puneño y conoce las dinámicas para acercarse a las comunidades desde el respeto, la tarea nunca fue sencilla. “Ellos se sienten olvidados. Ha habido comunidades que no querían hablar con el equipo. Había que tener mucha paciencia”, comenta.
Otro gran esfuerzo de Natural Way es 'Rana Noel', un proyecto educativo dirigido al público infantil. Se trata de un personaje ficticio inspirado en la simbólica rana del Titicaca que trae la Navidad a los niños de las comunidades alrededor del lago y que, al mismo tiempo, enseña sobre la importancia de la conservación de esta especie única.
El próximo año, en 2025, el equipo de Natural Way espera obtener los primeros resultados sobre el impacto de Rana Noel en las nuevas generaciones, quienes cada Navidad esperan su llegada. “En sexto grado ellos tienen un conocimiento más amplio y van a poder responder encuestas que nosotros necesitamos para tener los primeros resultados, puesto que el proyecto es de mediano plazo, unos cinco o seis años”, precisa.
El arduo esfuerzo por la conservación de la rana gigante del Titicaca continúa desde distintos ámbitos. Mientras tanto, Jhazel Quispe destaca los pequeños pero grandes logros de Natural Way como la conciencia que se ha despertado en los niños de proteger a esta especie.
Jhazel cuenta con frustración que si los niños siguen con el miedo de las ranas, cuando sean grandes no tendrán ningún problema en cazar y dárselos a los traficantes. “Si los niños viven con ese temor a la especie, que venga alguien de afuera y que le diga -te compro una rana a un sol, consigueme 100 ranas- si no hay ningún tipo de conexión, no hay ningún tipo de sentimiento de por medio, entonces este niño que ya creció, simplemente la va a vender, no va a tener reparos”.
Ahora los niños de las comunidades quieren mucho a la rana. Uno de ellos, de solo siete años de edad, le cuenta con alegría a Jhazel: “Mi tío la otra vez ha ido a pescar. Yo le he dicho que no traigan ranas y han traído, yo le reniego. La hemos ido a dejar al lago”, lo narra entre risas y gran satisfacción. Es un cambio muy fuerte y un logro más en su lucha de Jazhel Quispe por la conservación de la rana gigante del Titicaca.
(Elaborado por: Vanessa Galván, Miguel Carrasco y Myriam Escalante)