Lima desde su fundación ha estado vinculada con la Navidad por una sencilla razón y es que el descubrimiento del valle donde está la ciudad se daría el 6 de enero de 1535, festividad de los Reyes Magos, luego que Francisco Pizarro enviara desde Pachacámac a tres jineteas para que buscaran el lugar idóneo para fundar la nueva capital del Virreinato del Perú.
Pero dicho acontecimiento recién se daría el 18 de enero del mismo año y en honor a sus majestades se fundaría la Ciudad de los Reyes, sin embargo, este nombre no perduraría y se impondría el de origen prehispánico. Aunque sí lograría con el pasar de los siglos mantenerse en su escudo, donde se aprecia tres coronas alusivas a Melchor, Gaspar, Baltazar y la Estrella de Belén.
Asimismo con la creación española de Lima vendrían diversas costumbres, entre ellas festividad de la Navidad. Según la RAE esta palabra viene del latín nativitas que significa nacimiento y la misma hace alusión a la llegada de Jesús al mundo.
Según varios historiadores, el primer nacimiento navideño que se trae a estas tierras es gracias a Francisca Pizarro, hija del conquistador Francisco Pizarro.
Además a estas festividades no solo estaban inmersas las diversas familias que residían en la capital, sino también el virrey, quien por estas fechas realizaba una serie de actividades como visitar conventos e indultar presos que no hayan cometido un delito grave (24 de diciembre) y el saludo de autoridades gubernamentales y eclesiásticas (25 de diciembre).
Con el pasar de los siglos muchas costumbres de la época colonial fueron perdurando y otras desapareciendo, sin embargo, la convivencia de los europeos con la cultura andina terminarían generando un sincretismo religioso.
Ya para el siglo 19 las celebraciones por Navidad comenzarían en Lima desde la festividad de la Inmaculada Concepción (8 de diciembre), donde las familias realizaban un altar e invitaban a sus amistades al promediar las 7 de la noche a rezar un rosario con cinco misterios, luego seguía la charla de un fraile y se cerraba el ritual con villancicos y posterior jarana, según narra Ricardo Palma en sus tradiciones.
Una vez llegado el 24 de diciembre se realizaba la Misa de Gallo a las 12 de la noche, pero antes de ello los limeños acudían a visitar las iglesias que estaban decoradas para la ocasión. Entre las más concurridas estaban las de San Pedro, Nuestra Señora de la Merced y San Agustín.
Además los registros históricos también dan cuenta de un famoso nacimiento navideño que era realizado en el convento de los padres Betlemitas o conocidos como ‘Barbones’. Esta representación destacaba por tener muñecos automáticos y villancicos con los que se celebraba al Niño Jesús. Asimismo se les atribuye la difusión de los belenes en las casas, pues antes solo podían ser vistos en las iglesias.
Pero la Navidad no solo estaba vinculado a un tema religioso, sino también culinario, pues en la plaza mayor se realizaba un festival donde se podía encontrar abundante comida y regalos para los niños.
Con respecto a la cena navideña en la capital, era usual consumir frejol colado, mazamorra morada, tamales, buñuelos y hasta chocolate con bizcochos, galletas o pan con queso.
Ahora seguramente una interrogante surge y es ¿qué pasa con pavo y el panetón? Pues dichos productos llegarían con los inmigrantes europeos y con el presidente Nicolás de Piérola, quien traería varias costumbres del Viejo Continente y norteamérica como el árbol de Navidad, la cena en casa, Papá Noel, por mencionar algunos.
Ya para 1940 con la llegada de los migrantes a la capital todo evolucionaría, pues traerían sus festividades, tradiciones y gastronomía que volverían a estas fechas algo más peruano.