Sin duda alguna, el artista se debe a sus fans, aquellos incondicionales que siguen cada paso de su carrera y disfrutan y promueven cada una de sus expresiones artísticas, pero algunas veces esta admiración sobrepasa ciertos límites y se convierte en un fanatismo enfermizo que pueda llevar a agresiones hacia aquellos a quienes admiran.
Muchos cantantes han sido víctimas de estas fanáticos extremos, como es el caso de Beyoncé, quién durante un concierto fue jalada bruscamente por un fan hacia el tumulto de la gente. Una situación similar también experimentó Gloria Trevi, quién durante un concierto en la ciudad de Juarez en México, los asistentes a su concierto perdieron el control y se subieron al escenario para tocarla, abrazarla y besarla, a tal punto que varios miembros de su seguridad tuvieron que intervenir para resguardarla.
También existen los fans con problemas mentales que asesinaron a sus estrellas favoritas, como ocurrió con John Lennon quién fue abatido a balazos por un fanático a quién minutos antes le había firmado un autográfo, o el caso de la reina del Texmex, Selena, quién fue asesinada por la presidenta de su club de fans de un disparo en la espalda.
El artista lo da todo en el escenario, pero el fan debe entender que el artista no es un maniquí en exhibición al que pueden tocar a su antojo, sino una persona que merece respeto y tiene derecho a un espacio mínimo vital.