Estados Unidos lanzó este fin de semana una operación militar secreta denominada Martillo de Medianoche, en la que bombardeó tres centros nucleares de Irán: Fordo, Natanz e Isfahan. Según el gobierno de Donald Trump, el objetivo fue “destruir la capacidad de enriquecimiento de uranio” de la nación islámica, la cual habría alcanzado un nivel del 60% de pureza, acercándose peligrosamente al umbral necesario para producir armas nucleares.
POTENCIA ATÓMICA
El uranio es un metal que se encuentra de manera natural en la corteza terrestre. En su forma original, está compuesto principalmente por el isótopo uranio-238, el cual no es apto para la producción de energía o armas. El secreto de su poder radica en el uranio-235, un isótopo menos abundante que, una vez enriquecido, puede utilizarse tanto para reactores nucleares como para bombas atómicas.
El proceso de enriquecimiento consiste en aumentar la proporción de uranio-235. Para usos pacíficos, como la generación eléctrica, se requiere entre un 3% y un 5% de pureza. En cambio, para aplicaciones militares, el enriquecimiento debe superar el 90%. Según fuentes internacionales, Irán ya había alcanzado un 60%, lo que despertó la alarma de Washington y motivó el reciente ataque.
ENERGÍA O DESTRUCCIÓN
“Todo depende del nivel de enriquecimiento”, explicó el doctor Elmer Huerta en RPP. Cuando el uranio se enriquece más allá del 20%, ya se considera altamente enriquecido y, por lo tanto, potencialmente peligroso. Las armas nucleares más poderosas jamás creadas han utilizado uranio enriquecido al 90%, como las que posee Estados Unidos en su arsenal.
La preocupación global se centra en que el mismo elemento que puede abastecer a ciudades enteras de electricidad, puede también ser transformado en el núcleo de un arma de destrucción masiva. Por ello, el control del uranio enriquecido es uno de los pilares de los acuerdos internacionales sobre no proliferación nuclear.