José Barco, exsoldado nacido en Venezuela y criado en Estados Unidos desde los cuatro años, enfrenta un futuro incierto tras haber servido con valentía en la guerra de Iraq y cumplir una condena por un crimen cometido durante su lucha contra las secuelas del combate. Según documentos revisados por CNN, Barco se enlistó en el Ejército a los 17 años y participó en múltiples misiones, destacando en 2004 por salvar a dos compañeros mientras él mismo ardía en llamas tras una explosión. “Él era uno de los héroes del pelotón”, afirmó un colega en el documental Frontline (2010). Pese a su historial militar, Barco nunca logró completar su trámite de ciudadanía.
La promesa incumplida y el castigo duplicado
Barco solicitó la naturalización dos veces. Aunque cumplía los requisitos como residente legal y miembro activo del Ejército, su hermana Verónica declaró a CNN que “sus papeles nunca se tramitaron”. Uno de sus superiores atestiguó haber enviado los documentos, pero estos “se perdieron”. En 2008, después de su segunda misión, su salud mental se deterioró. “Él ya no era el de siempre”, dijo su familia. Ese mismo año, fue condenado por intento de homicidio tras un altercado en una fiesta donde disparó un arma al aire, aparentemente en un episodio de estrés postraumático. Fue sentenciado inicialmente a 50 años, luego reducidos a 40, y liberado en libertad condicional tras 13 años.
Aunque fue excarcelado en Colorado, un estado santuario, agentes de ICE lo detuvieron apenas salió de prisión, a pesar de que no había orden de detención activa, según relató su esposa Tia a CNN. El Servicio de Inmigración argumentó que debían expulsarlo por ser “extranjero condenado por un delito con agravantes”. Lo deportaron inicialmente a Honduras, desde donde sería llevado a Venezuela, pero allí, autoridades migratorias pusieron en duda su identidad. “No puedes venir con nosotros. No sería buena idea que pusieras un pie en Venezuela”, le dijeron, según contó su esposa. Fue entonces retornado a EE.UU. y recluido en el centro de detención de Port Isabel, Texas.
Su abogado, Kevin O’Connor, explicó que el tribunal ha reabierto el caso de inmigración, pero mientras tanto, Barco continúa detenido. “Mi servicio, mi sacrificio, mi derramamiento de sangre han pasado completamente desapercibidos”, declaró Barco a CNN. “Ahora soy básicamente un hombre sin país”. Su situación pone de relieve la descoordinación en el sistema migratorio estadounidense. “No hay organización, no hay un sistema de procesamiento que pueda rastrear lo que está pasando”, criticó Danitza García James, activista de LULAC. El 8 de mayo, se realizará una audiencia preliminar clave. Mientras tanto, Barco permanece atrapado en un limbo legal y emocional: “Solo quiero ser libre. Probablemente preferiría estar muerto”.