Un estudio del American Enterprise Institute, publicado en 2019, ha revelado que los millennials son la generación más renuente a tener hijos y, cuando lo hacen, prefieren criarlos sin influencia religiosa. Este comportamiento marca una diferencia notable con las generaciones anteriores.
CAMBIOS EN LA PATERNIDAD
La paternidad de los millennials difiere considerablemente de la de sus predecesores. La violencia doméstica en los hogares jóvenes está disminuyendo año tras año, la calidad de la educación infantil ha mejorado significativamente en las últimas dos décadas, y la religión ha dejado de ser un pilar en la crianza de los niños.
Para entender mejor este cambio, basta con observar a las personas nacidas antes de los años 80, para quienes la creencia en un ser superior es fundamental. Muchos de ellos basan sus valores completamente en las leyes de su religión. Sin embargo, los jóvenes adultos de hoy entienden que no es necesario ser parte de una religión para inculcar buenos valores en sus hijos, y la psicología ha jugado un papel crucial en este cambio de pensamiento generacional.
Según el estudio, el 53% de los millennials estadounidenses con hijos prefieren criarlos alejados de la religión. En contraste, el 76% de las personas mayores encuestadas consideran que la crianza religiosa es fundamental para construir valores en los niños. Esta diferencia refleja un cambio significativo en las creencias y prácticas de crianza entre generaciones.
¿POR QUÉ LOS MILLENNIALS ALEJAN A SUS HIJOS DE LA RELIGIÓN?
El desapego de esta generación hacia la religión se remonta a su propia infancia y juventud. Muchos millennials crecieron en familias con vínculos débiles o inexistentes con la religión. De hecho, el estudio mostró que los jóvenes padres que sí aceptan la religión como parte de la crianza generalmente crecieron en familias religiosas.
Algunos millennials optan por vivir alejados de la religión porque los preceptos de su fe chocan con sus ideales. Además, algunos encuestados expresaron que las personas religiosas suelen ser menos receptivas y tolerantes, lo que contrasta con los avances en inclusión e igualdad que ha experimentado el mundo en los últimos años.
