Conocido como el santo sudario o la sábana santa de Turín, se encuentra en la Catedral de la ciudad italiana que originó su nombre. Este manto sagrado muestra las señales que dejaron las marcas en el cuerpo de un hombre con barba, brazos cruzados y con evidentes heridas en la mayor parte de sus zonas. Los creyentes sostienen que esta tela se trataría del elemento que cubrió el cuerpo del Jesucristo, hijo de Dios.
TODO SOBRE EL MANTO SAGRADO
Para la década de los ochenta, Samuel Pellicori se convirtió uno de los voceros de un grupo de investigadores que aseguraban que el santo sudario de Turín si registraba el rastro de un hombre, presuntamente, Jesús.
Este equipo de científicos estadounidenses iniciaron un trabajo llamado “Sudario Sagrado de Turín” en el año 1978, el cual dio sus primeros resultado en diciembre de 1980, en el que detallaban que no se trataba de una adulteración las marcas en la tela hallada, sino que fueron causadas por el contacto con un cuerpo humano.
El especialista mencionó que este símbolo del catolicismo no poseía algún tipo de adherido como pintura u otro componente artificial. Es así como muchos fieles dieron por cierto que este elemento fue usado para envolver el cuerpo del hijo de Dios luego de padecer por una crucifixión publica frente a los ojos de su madre. Aunque luego de los primeros reportes se despertó el rumo de que se trataría de un trabajo hecho por un hábil pintor, Pellicori defendió lo encontrado: “El sudario no es producto de un hábil artista”.
Gracias a las fotografías fluorescentes ultravioletas se logró precisar que “la sangre de las heridas del hombre crucificado tuvo que ser trasladada al Sudario por contacto directo, y no por algún misterioso arranque de energía”.
LA HISTORIA TRAS LA CRUCIFIXIÓN
De acuerdo a los antiguos escritos, se conoce que, cuando bajaron el cuerpo de Jesús, luego de que fue crucificado, sus restos fueron limpiados y envueltos en un manto lo suficientemente largo para envolverlo por completo.
Para evitar que se generen rumores sobre su resurrección, que ya sonaba entre los creyentes y críticos del hijo de Dios, las autoridades romanas a cargo de Pilatos decidieron que sea guardado en una tumba, espacio similar a la una cueva que fue sellado con una roca pesada y de gran tamaño que no podía ser movida por una sola persona.
Este hecho da pase a uno de los acontecimientos religiosos más valorados por los creyentes, porque cuando los romanos se enteraron que habían destruido sus mecanismos de seguridad artesanales, se acercaron al sepulcro y se dieron con la sorpresa de que no había un cuerpo, solo un manto que tenía rastros de sangre, que revelaban la forma del rostro y lesiones que sufrió Jesús.
Ya que ninguno creía que había vuelto a la vida, estos asumieron que se trató de un robo planificado por las discípulos, quienes se convirtieron en custodios de esa tumba para que nadie intente hacer algún tipo de daño al cuerpo.
EL MANTO