El pasado 25 de mayo, la muerte del afro estadounidense George Floyd, de 43 años a manos de la Policía norteamericana sacó a las calles a millones de personas a protestar contra la brutalidad policial, tanto en los Estados Unidos como en el resto del mundo, en medio de la pandemia del coronavirus.
Siete meses después, la muerte de Floyd continúa sacudiendo a Minneapolis, ciudad convertida desde aquella fecha en epicentro de la gran ola de movilizaciones contra el racismo. Por su parte, Trump mantuvo su apoyo a las policías. Aseguró falsamente que los manifestantes eran violentos y que “sin policía hay caos”.
Mientras que actualmente en Minneapolis se aprueba una polémica reducción presupuestaria al Departamento de Policía. Más de un centenar de agentes se encuentra de baja por estrés postraumático.