Alrededor de 1600, el peor de los males que asolaban a la monarquía hispánica era la capacidad que mostraban sus súbditos para la alegría y el desenfreno, para inventar y practicar un sinfín de bailes alegres y lascivos.
Las décadas de 1580 a 1620 fueron testigos de un florecimiento inusitado de bailes cantados, primero escondidos en tabernas y barrios, más tarde creciendo en popularidad hasta llegar a palacios, iglesias y conventos.
La magnitud del peligro se ilustra con los graves castigos que llevaba aparejada la práctica de estos bailes: en 1583 los alcaldes de Madrid prohibieron la zarabanda bajo pena de doscientos azotes y seis años de galeras.
Pero las censuras se siguieron sucediendo en las décadas siguientes, lo que confirma que las prohibiciones no fueron demasiado efectivas. En 1598, el poeta Lupercio Leonardo de Argensola llega a denunciar, en un memorial dirigido al rey Felipe II. "Veíamos a las niñas de cuatro años en los tablados bailando la zarabanda deshonestamente".
Sin embargo, no parece que fuera precisamente la música la causa de tantos estragos. Más bien al contrario, eran los textos poéticos y la gestualidad los que producían mayor rechazo de los moralistas.
Las críticas confirman que los bailarines realizaban gestos obscenos, probablemente representando distintas formas de acto sexual, llegando a mostrar los propios atributos de los danzantes "que la naturaleza o el arte ordenó que anduviesen cubiertas". Todo indica que el perreo existe desde mucho tiempo antes de lo que se pensaba.
POEMAS LICENCIOSOS
Una de las principales consecuencias de tamaña persecución fue que pocos textos poéticos han llegado a nosotros, en su mayoría conservados fuera de España. Algunos ayudan a entender las reservas de los moralistas, ya que describen de manera bastante explicita distintos aspectos del juego amoroso.
Por ejemplo, en Italia y Francia se conservan varias copias de un poema que, a partir del estribillo "¿Cómo te pones, amores? / ¡Ay, vida!, ¿cómo te pones?", va explicando las distintas posturas que adopta una mujer para solazarse con su enamorado, entre ellas la postura de la rana o la de la jineta:
Póngome como rana
en el cántico de la cama
y cuando me viene la gana
lo hago con mis amores.
Póngome a la jineta
encima de su bragueta
y dígole: ¡meta, meta
el zumo de sus piñones!
No resulta difícil imaginar los gestos que podrían adoptar dos bailarines mientras cantaban esta zarabanda, tanto o más explícitos que los que hacen los modernos bailantes de reguetón.
ZARABANDAS RELIGIOSAS
Luego compusieron zarabandas "a lo divino", esto es, canciones religiosas basadas en la melodía del baile y acompañadas por algún remedo de la gestualidad original.
Transformar un poema y cantar erótico en otro devocional exigía una cierta dosis de flexibilidad mental que era más común en el Siglo de Oro que en nuestros días. Un ejemplo muy ilustrativo es la mutación del estribillo "¿Cómo te pones, amores?", en "Mi Dios, ¿y cómo te pones / a morir por los pecadores?".
DIFUSIÓN POR EUROPA
Pese a los intentos de "normalización" de un baile prohibido, parece que la persecución triunfo frente al solaz popular y la zarabanda fue erradicada de la monarquía hispana.
El erotismo pudo haber sido una de las causas de su éxito, como ilustra la anécdota de un enamorado Cardenal Richelieu que, en su afán por cortejar a la reina Ana de Austria, llegó a bailar la zarabanda en privado para ella.
Censuras y prohibiciones tuvieron otro daño colateral, ya que no se ha conservado ningún rastro de la primitiva zarabanda en partitura y muy pocas trazas de otros bailes contemporáneos.
Lo único que tenemos, además de un puñado de poemas, son los acordes de la guitarra y algunos esquemas rítmicos de rasgueado. Combinando las distintas piezas en un proceso de restauración musical ha sido posible reconstruir muchas melodías perdidas.