Hace pocas semanas se dio a conocer la historia de una muchacha llamada Nafi Diaby, quien fue auxiliada por las azafatas de la aerolínea Turkish Airlines que cubría la ruta Conakry (Guinea) – Ouagadougou (Burkina Faso), debido a que estaba sufriendo los dolores de parto. Asimismo, otros pasajeros apoyaron en el nacimiento de la bebé llamada Kadiju a más de 40 pies de altura. Posteriormente cuanto aterrizó la nave ella fue trasladada junto a su madre a un hospital burkinés.
Sin embargo, este no es el único caso de estas características reportado en una aeronave. En 1990, nacería Shona Owen a 10,972 metros, en un vuelo de British Airways que se dirigía desde Ghana a Inglaterra. Pasaron los años y en su pasaporte se puede leer “el titular nació en un aeroplano”, una simple frase que le ha causado problemas migratorios. Al igual que ellas, otros bebés afrontan una situación parecida.
Pero, ¿qué nacionalidad adoptan? La interrogante no tiene una única respuesta, pues tienen varias. Uno de los mismos es el principio de ius sanguinis, en el cual el recién nacido obtiene la nacionalidad de sus padres. El segundo es el ius soli, que consiste en tener la nacionalidad del territorio que se está sobrevolando. Y ¿qué pasa si es un océano? Allí ellos tendrían la opción de adquirir como lugar de nacimiento el país de origen del avión.
Cabe aclarar que si bien en algunos casos las compañías aéreas ofrecen posteriormente vuelos gratis a sus pequeños pasajeros o padres de los mismos, no es una obligación que deban cumplir. Algunas de esas aerolíneas que obsequian ese beneficio son Asia Pacific, Polar, AirAsia, Thai Airways. (INFOBAE)
