Tras la desaparición y hallazgo sin vida del sacerdote Joaquín Hernández, que remeció la ciudad de Coahila, en México, pues el religioso era muy apreciado por sus obras sociales, la verdad empieza a abrirse paso.
Sobre este homicidio rindieron su declaración una de las dos personas que en las últimas semanas lo visitaba constantemente en la parroquia, según relató el personal de limpieza. El otro está como no habido.
Tras intensos interrogatorios, el detenido, de 23 años y de ocupación taxista, declaró que el sacerdote acostumbraba hacer reuniones con hombres jóvenes en la iglesia, donde abundaba el licor, los cigarros, la comida y el sexo.
Y fue en una de esas reuniones cuando el presbítero aprovechó el estado de ebriedad del imputado, cuya identidad se mantiene en reserva, y la de su cómplice, para realizarles tocamientos sexuales, lo que los incomodó y lo golpearon.
Según el inculpado, no querían matarlo y accidentalmente se golpeó la cabeza con el borde de una silla. La autopsia realizada al cuerpo del sacerdote Joaquín Hernández Sifuentes, reveló que el religioso murió por estrangulamiento.
Tras comprobar que había fallecido, llevaron el cuerpo del cura en el carro de uno de ellos hasta un descampado y lo dejaron, inicialmente se pensó que el religioso había sido secuestrado por los narcotraficantes de la región.
El imputado no quiso revelar el nombre de su cómplice porque teme por su vida y la de su familia debido a las amenazas que su amigo había hecho. Las investigaciones continúan.