Todo comenzó en 1960 como un entretenimiento. David Latimer colocó plantas dentro de una botella, y, a pesar de no haberlas regado desde 1972, estas siguen creciendo dentro de un entorno sellado durante los últimos 40 años.
La planta es de la especie Tradescantia y continúa desarrollando un follaje sano pese a que nunca fue podada y ni siquiera recibe una buena luz solar, puesto que está bajo una escalera.
Especialistas explican que la planta desarrolló su propio ecosistema en miniatura, suficientemente eficaz como para poder desarrollar el proceso de fotosíntesis, proceso que genera oxígeno y humedad en el aire.
La humedad se acumula en el interior de la botella y vuelve a la planta a modo de lluvias. En la parte inferior de la botella, se genera el dióxido de carbono igualmente necesario para la fotosíntesis y nutrientes que la planta absorbe a través de sus raíces.
Latimer, aficionado a las plantas, por simple curiosidad científica en 1960 colocó la Tradescantia con un cuarto de litro de agua, y no le dió más de beber hasta 1972, cuando le colocó nuevamente el tapón y no volvió a abrirla jamás.
La conclusión de este accidente científico es que las plantas son capaces de reciclar, y lo único que realmente necesitan es un poco de luz solar, lo cual confirmaría su funcionalidad para ser utilizadas, por ejemplo, en una estación espacial.