El 2019 se fue con la celebración del Año Nuevo, momento donde los abrazos estuvieron a la orden del día, pero no todos reciben esta muestra de afecto de manera tan positiva como otras, ¿por qué sucede eso?
De acuerdo a un estudio realizado por científicos suecos, centrado en el significado del abrazo en distintas culturas, se llegó a la conclusión de que la reacción de una persona a los abrazos depende de las demostraciones de afecto que esta recibió del entorno familiar donde creció.
La psicóloga Adriana Reyes, manifiesta que los humanos necesitan del contacto físico aún más que el alimento desde que nacemos, pues “le proporciona sensaciones de seguridad y afecto” al recién nacido.
Así también, la psicóloga Reyes añade que incluso siendo adultos “aunque podamos endurecer y curtir nuestro corazón, en lo profundo de nosotros necesitamos amor y contacto para nutrirnos afectivamente”.
Según el estudio, los niños que crecen en familias donde no se suele practicar demostraciones de afecto mediante el cuerpo, repiten ese patrón con otros niños y con los adultos durante su infancia, por lo que estos pequeños experimentan una cierta “sed de abrazo”.
El abrazo no solo debe recibirse y darse, sino que debe ser una acción habitual, pues nos llena de beneficios para nuestra salud emocional, como la seguridad, la confianza, la tranquilidad, reduce el estrés, la angustia y la rabia, nos ayuda a conectar con los demás, aumenta el sentimiento de empatía, nos hace sentirnos aceptados y genera un sentimiento de agradecimiento profundo, entre otras cosas.
Un gesto sencillo que guarda inmensos beneficios y que no cuesta nada brindar.