Sucedió en Inglaterra. Una niña de 6 años tenía un examen en su colegio, pero para evadirlo, ideó un ingenioso plan, pintarse puntitos rojos en todo el cuerpo y hacer creer a sus padres que tenía una enfermedad contagiosa, la varicela.
La madre de la menor relató que minutos antes de que las ''misteriosas'' ronchas aparecieran, su hija le pidió el marcador rojo. Luego comunicó a sus padres su autodiagnóstico, estos notaron la mentira de inmediato. Sin embargo le dijeron que le creían y que la llevarían al médico, en donde probablemente tenían que poner una inyección.
La pequeña, muy aterrada, reconoció que no era una grave enfermedad y tuvo que presentarse a la escuela. Sus padres escribieron un comunicado al colegio explicando que los puntitos rojos no eran contagiosos y que, aunque intentaron, no lograron eliminarlos del cuerpo de su ingeniosa hija.