Su imagen siempre fue la de una mujer frívola y superficial, sin embargo, su coeficiente intelectual estaba muy por encima de la media, lo que se reflejaba en sus inquietudes intelectuales... y también en su biblioteca.
Al momento de fallecer en 1962, Marilyn Monroe, aunque muchos lo duden, era poseedora de una amplísima biblioteca, varios de sus libros y revistas contaban con anotaciones hechas al margen por la hermosa rubia de sonrisa perfecta.
Se calcula que dejó alrededor de 400 libros en sus estantes, entre los que se encontraban el «Ulises» de James Joyce, «Crimen y Castigo» de Dostoevsky, obras de Chéjov, Freud, Proust, Pushkin, Flaubert, Khalil Gibran, o Bertrand Russell.
Tras la muerte de la rubia, muchos de estos libros y revistas desaparecieron, los que quedaron fueron catalogados y más tarde subastados por la casa Christie’s en Nueva York.