La mayoría de los establecimientos operan en la más completa informalidad, pese a que son clausurados por las autoridades, siguen funcionando y matando lentamente a sus clientes.
Estas cantinas, conocidas como "cámaras de gas", venden tragos elaborados con alcohol metílico, que pese a su peligrosidad es muy solicitado por los parroquianos, hombres y mujeres, por su bajo costo.
Los vecinos de estos bares denuncian que son punto de encuentro de gente de mal vivir, adictos y delincuentes que se juntaban allí para beber alcohol no apto para el consumo humano.