Cultura

Martes, 25 de diciembre del 2018

¿Es bueno hacer que los niños crean en Papá Noel y los Reyes Magos?

La Navidad y las fiestas de fin de año no solo son una época de celebrar, sino de acercarse más a la niñez ¿Pero hasta qué punto la magia puede tener límites?




La Navidad y las fiestas de fin de año no solo son una época de celebrar, sino de acercarse más a la niñez ¿Pero hasta qué punto la magia puede tener límites?

La Navidad  no solo es una época de celebración. Es una fiesta que nos acerca más a la niñez. A nuestras propias experiencias vividas, así como a la ilusión, la alegría y sobre todo la magia de los niños ¿Pero hasta qué punto esta magia puede tener límites?

¿Es bueno para los niños creer o no creer en Papá Noel, los Reyes Magos y demás fantasías de Navidad? ¿Qué sucede si esta magia se rompe? En la opinión de varios expertos hay puntos a favor y en contra de esta preocupación de muchos padres, como lo comprobó el sitio Infobae.

“No está mal y hasta puede ser una sana costumbre contarlo tipo mito, cuento, tradición”, señala la doctora María Teresa Calabrese, psiquiatra y psicoanalista. Pero de ninguna forma recomienda contarlo como una realidad.

“El niño confía en los adultos, en los padres, toma como una verdad todo lo que éstos le dicen, entonces, como más tarde o más temprano va a descubrir que no es una historia real, que es un invento, ahí puede perder la confianza en los padres”, sostiene.

Mónica Cruppi, psicoanalista y escritora, miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), coincide en mantener el cuento en el plano de la tradición y resalta sus bondades, cumpliendo una función moral y educativa y estructurando la mente infantil.

Así los padres le van transfiriendo niño “un modelo tradicional y normativo típico de nuestra época. La enseñanza moral que el pequeño va adquiriendo por sí mismo es la de que su esfuerzo de 'portarse bien' se verá recompensado por medio del regalo anhelado”, sostiene.

Calabrese sostiene que en el peor de los casos, el niño se enfrenta a una gran contradicción, ya que a él lo castigan si miente, “pero al final descubre que los padres son unos grandes mentirosos que lo hicieron vivir y creer una mentira”.

Tampoco cuenta estimular las fantasías, pues se alimenta también la confusión. Los padres pueden sentir que es una “fantasía placentera”, pero “así como puede entrar un gordo panzón como Papá Noel por un orificio tan pequeño como una chimenea, pueden entrar brujas, monstruos”.

Del mismo modo opina Cruppi: “Pienso que a los niños hay que decirles la verdad desde el comienzo, Navidad es una fiesta religiosa y Papá Noel un relato urbano”. No obstante el psicoanalista Enrique Novelli, miembro de APA, piensa distinto.

El niño confía en los adultos. Cuando tarde o temprano descubra la verdad, hay riesgo de que esa confianza se pierda, dice la psiquiatra María Teresa Calabrese.

"Muchos adultos tienen una concepción equivocada de los efectos de las fantasías en los niños. Si entendieran que son las expresiones de los deseos y que con ellas tratan de suplir y embellecer lo que vivencian displacenteramente, no tratarían de calificarla como mentiras o 'puro cuento'”, afirma.

Cita el caso de los Reyes Magos, que se equiparan a un mito o leyenda y que “son expresiones de deseos, temores y sufrimientos de carácter universal entre los humanos”, que no solo expresan los deseos y niegan los sufrimientos, sino que intentan explicar hechos enigmáticos.

Partiendo de Santa Claus, señala que como todo mito, su núcleo responde a un anhelo universal “de tener padres maravillosos que todo lo pueden”. Opina que este mito “induce a actitudes solidarias, de entrega y amor hacia los semejantes”. “Para un chico un regalo es muestra de cariño”.

El mito de los Reyes Magos, por su parte, “se relaciona con la fantasía universal, presente en toda persona, de ser hijo de padres maravillosos, omnipotentes y omnisapientes”. Estos acaban constituyéndose inconscientemente, en los representantes de los padres.

Para insistir en el tema de la confianza, Calabrese señala que si se le dice al niño que Papá Noel existe, “después se arma una gran confusión. Cuando empiezan a crecer, y un compañerito les dice que no existen, puede haber una caída de la función paterna”.

Cruppi, por su parte, advierte sobre los efectos del engaño a corta edad, pues todo niño tiene una aguda capacidad de observación en lo físico y lo psíquico, aunque a veces pueda expresarlo y otras no. Por ello, uno de los dolores de la infancia es la incomprensión o las mentiras de un adulto.

“Cuando el adulto miente, cree defender al niño del sufrimiento; pero si se les miente se suma al dolor una terrible confusión y un sentimiento de desesperanza, y los pequeños dejan de creer en los adultos y dejan de preguntar”.

¿Entonces, cuál sería la edad para revelar la verdad a los niños? “Cuando el niño percibe la realidad está en condiciones de que se le hable de la misma”, añade Cruppi. Por tanto, si el pequeño empieza a preguntar por la existencia de un personaje “está preparado para recibir la respuesta adecuada”.


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