Más 300 obras de arte precolombino se exhiben en museo de Ginebra
Cerca de trescientas obras de arte precolombino se exhiben desde hoy y hasta el 23 de abril en el Museo de Arte e Historia de Ginebra, en una excepcional exposición que recoge piezas de toda América, desde las realizadas por los inuits en Alaska hasta las de los mapuches en Chile.
Cerca de trescientas obras de arte precolombino se exhiben desde hoy y hasta el 23 de abril en el Museo de Arte e Historia de Ginebra, en una excepcional exposición que recoge piezas de toda América, desde las realizadas por los inuits en Alaska hasta las de los mapuches en Chile.
Entre las obras, coleccionadas desde los años setenta por la belga Dora Janssen, viuda del fundador de Janssen Farmaceutica, hay objetos de las civilizaciones precolombinas más estudiadas (inca, maya y azteca) y de otras menos populares, pero todas ellas con el signo distintivo de ser culturas puras, desarrolladas sin contacto alguno con el "Viejo Mundo".
Para la coleccionista, esta exposición es "muy íntima" y visitarla con tranquilidad es un "espectáculo inspirador", ya que parte de las obras son esculturas de personas, animales u otros seres con una tremenda fuerza expresiva, evocadora e, incluso en ocasiones, cómica.
Ese "humanismo" de las obras es el que animó a Janssen a centrar sus trabajos en el arte precolombino, "ignorado por muchos estudiosos más centrados en las obras europeas, a pesar de su belleza y sensibilidad", dijo la coleccionista a la prensa.
América fue poblada hacia el año 10000 antes de Cristo por los cazadores nómadas que llegaron desde Siberia a través del estrecho de Bering, entonces tierra firme, y sus pueblos se desarrollaron completamente aislados del Viejo Mundo, por lo que la evolución de su arte sigue un trazo completamente independiente.
La llegada de europeos en el siglo XVI condujo a la caída del imperio azteca en México y el de los incas en Perú.
La América antigua y su civilización a menudo han sido subestimadas por quienes consideraban al Nuevo Mundo como un universo inculto poblado de bárbaros, lo que sirvió, según los organizadores de la muestra, para justificar el avasallamiento de indígenas y su sometimiento a las culturas conquistadoras.
Dijeron también que aunque para el gran público el arte precolombino puede ser "sinónimo de chamanes, sacrificios humanos sangrientos, máscaras guerreras o muros de cráneos (tzompantli) como el de México", en realidad su espectro es muy amplio y prueba de ello es esta exposición, plagada de figuras dulces y evocadoras.
Entre las obras expuestas llaman la atención las que representan figuras de perros, un animal que ya entonces era de compañía, puesto que aún no se practicaba la ganadería.
Las obras de oro también están muy presentes en la exposición y abarcan toda la historia de la orfebrería de América, que comenzó en Perú cerca de 1.500 años antes de Cristo, se extendió por Ecuador, Colombia, Panamá y Costa Rica, para llegar a México en el año 1000.
Desconcierta la variedad de estilos, técnicas e inspiraciones de de las obras en función de su región de origen, pero todas ellas están marcadas, tal y como explican los organizadores, por una cultura común en la que "la vida lo impregnó todo" y "la religión y el ritual tenían un lugar en todos los niveles de la existencia".
Entre los artículos expuestos hay treinta piezas de gran calidad de los mayas, máscaras y esculturas de piedra de la antigua ciudad mexicana de Teotihuacán y de la civilización azteca de México central, así como recipientes funerarios de cerámica de la costa del oeste de ese país.
También se pueden observar variados colgantes con representaciones de animales o criaturas curiosas e interesantes estatuas de piedra de Costa Rica, cerámicas de Panamá, con sus adornos frecuentemente estilizados o con motivos geométricos.
También hay trabajos de orfebrería de Perú, de donde procede gran parte de las obras expuestas en la exposición.
Pero, sin duda, las más llamativas son las esculturas en cerámica de tamaño natural de un hombre sentado acompañado por dos perros.
El hombre representa probablemente la figura de un guerrero que porta una máscara completa de coyote -símbolo de la ferocidad, la tenacidad y la agilidad, posteriormente utilizado por una de las órdenes militares aztecas- junto a sus "compañeros de luto".
Se considera que, dada la serenidad de su gesto y de su postura, podría ser la representación de un guerrero preso que iba a ser ofrecido como sacrificio humano en un ritual.
En la Mesoamérica antigua, los perros -representados con una espectacular naturalidad- desempeñaban diversos roles: camarada de combate, compañero de vida, guía para las almas de los difuntos y fuente de alimento.
Esas fueron las piezas que originaron el interés coleccionista de Dora Janssen, que las considera "una de las obras conocidas más conmovedoras y originales el arte precolombino".
(Agencias)