Cultura

Viernes, 22 de julio del 2005

Arsénico habría causado locura de rey Jorge III de Inglaterra

La famosa locura del rey Jorge III de Inglaterra (1738-1820) la causó el arsénico, según investigaciones publicadas en el último número de la revista médica británica The Lancet.

Arsénico habría causado locura de rey Jorge III de Inglaterra

La famosa locura del rey Jorge III de Inglaterra (1738-1820) la causó el arsénico, según investigaciones publicadas en el último número de la revista médica británica The Lancet.




El análisis químico de un mechón del cabello del monarca, que se conserva en el Instituto de la Ciencia, de Londres, ha puesto de relieve la existencia de altas concentraciones de ese veneno, según señala el artículo. El arsénico puede haber desencadenado en Jorge III una predisposición hereditaria a una enfermedad de tipo metabólico conocida como porfiria, que provoca la concentración de toxinas en la sangre. Esto explicaría, según el profesor Martin Warren, de la Universidad de Kent, en Canterbury, por qué el monarca sufrió varios ataques de locura después de cumplir los cincuenta. Según Warren, los médicos del rey le recetaron "tártaro emético", medicina compuesta de antimonio, que estaba contaminado con altos niveles de arsénico. Los expertos que han estudiado el historial médico de varios descendientes de Jorge III, que reinó durante cuarenta años, creen que el monarca sufría una condición genética consistente en la deficiente producción de una proteína en la sangre, causa de su locura y de la coloración roja de su orina. Los síntomas de la porfiria incluyen parálisis, ronquera, dolores musculares y abdominales agudos, aceleración del pulso, insomnio, trastornos mentales pasajeros y cambio de coloración de la orina, todos ellos síntomas atribuidos a Jorge III. La locura del rey Jorge es uno de los episodios más famosos de la historia de la monarquía británica e inspiró una obra de teatro y un filme con ese título. SU REINADO Y LA INDEPENDENCIA DE EEUU Jorge III empezó su política exterior firmando apresuradamente la paz con Francia en la Guerra de los Siete Años (1756-63), sin contar con el parecer de su aliada Prusia. Más tarde se enfrentó al descontento de los colonos norteamericanos, asunto que manejo con torpeza, según los biógrafos. Tras una larga guerra debió reconocer la independencia de los Estados Unidos de América por el Tratado de Versalles (1783). Este último tropiezo pareció poner fin al gobierno personal de Jorge III, que en adelante dejó los asuntos en manos de Pitt el Joven, que fue quien se encargó de dirigir la política británica durante la difícil época de las guerras contra la Francia de la Revolución y de Napoleón. Afectado por una enfermedad mental que ya lo había trastornado en 1765 y en 1788-89, el rey quedó completamente enajenado en 1810. Desde 1811 hasta su muerte vivió retirado en el castillo de Windsor, mientras ejercía la regencia su hijo y heredero, el futuro Jorge IV. Durante las guerras napoleónicas perdió sus estados alemanes, que recuperó tras la derrota francesa en 1814, pero ya con el título de rey de Hannover y no meramente de elector.

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