El terror inundó una botica en Santa Anita tras un violento robo. Eran las 6:12 de la tarde cuando una trabajadora atendía a una clienta embarazada. En ese instante ingresó un hombre con gorra y mochila. Caminó por el local con evidente nerviosismo hasta que, sin previo aviso, sacó un arma de fuego y arremetió contra la farmacia.
Las cámaras de seguridad registraron cada movimiento. El hombre irrumpió detrás del mostrador y abrió la caja registradora. Desde otro ángulo se observa cómo retira el dinero con apuro mientras la trabajadora retrocede sin saber cómo reaccionar. Afuera, su cómplice lo esperaba encendido sobre una motocicleta.
En menos de dos minutos, el delincuente escapó con el botín. La empleada salió desesperada hacia la vereda mientras los vecinos advertían que este local ya había sido blanco de robos previos. “Nos dijeron que pongamos rejas porque están asaltando boticas con armas”, señalaron.
BOTICAS Y FARMACIAS EN LA MIRA DE LA DELINCUENCIA
La escena refleja lo que viven otras farmacias de Lima. Días atrás, en San Miguel, una banda integrada por adultos mayores protagonizó un robo planificado. A ello se suman modalidades más silenciosas: delincuentes que ingresan como supuestos clientes, piden un producto y huyen con él; o sujetos que simulan necesitar una ampolla para abrir la puerta y permitir que sus cómplices entren a despojarlo todo.
Debido a la ola delincuencial —y al hecho de que muchas farmacias operan también como agentes financieros— varios locales han reforzado su seguridad con rejas, candados y doble personal en la zona de atención.


