La escalada de violencia en Perú ha llegado a un nuevo nivel. En años anteriores, las bandas de extorsionadores se limitaban a enviar réplicas de granadas para amedrentar a sus víctimas; sin embargo, ahora han incrementado su nivel de violencia y detonan explosivos de guerra con total ferocidad.
Un ejemplo de este alarmante fenómeno se vivió el último fin de semana en el distrito de Lince, en el corazón de Lima. Un video, registrado solo unos segundos después de una fuerte explosión en la cuadra 15 de la avenida Arequipa, muestra los exteriores de la discoteca "Cocos" envueltos en humo y escombros. En el momento del ataque, la discoteca se preparaba para recibir a la cantante Brunella Torpoco, la agrupación salsera Bembé y los extranjeros de Bacanos. De haber detonado el explosivo durante el evento, cientos de asistentes podrían haber sido víctimas de una tragedia.
Pero el peligro no se limita a aquellos que se niegan a pagar las extorsiones. Cualquier ciudadano que transite por el lugar equivocado en el momento equivocado puede resultar afectado. Un claro ejemplo es el caso de Doris Ojanama Dávila, quien quedó con esquirlas en todo el cuerpo que le impiden caminar y trabajar. A 13 días del ataque a la discoteca Xanders, en San Juan de Lurigancho, no ha recibido ayuda.
Cabe resaltar que, el incremento en el uso de explosivos es alarmante. Solo en el año 2022, la Unidad de Desactivación de Explosivos (UDEX) registró 271 casos de extorsión con granadas. Sin embargo, en solo nueve meses de 2023, la UDEX ya ha atendido 406 emergencias por granada, cargas explosivas y artefactos explosivos. Una cifra que se ha duplicado y que aún puede aumentar.
Las investigaciones policiales han revelado que las granadas incautadas en los últimos días cuentan con registro peruano y extranjero. Esto indica que las organizaciones criminales están adquiriendo estos explosivos en países como Colombia y Brasil. .