Las bajas presiones sobre el Atlántico ocasionaron tormentas en las costas de los diferentes naciones que conforman el Reino Unido, originando olas de más de 10 metros. Sin embargo, esta situación peligrosa, lejos de causar pánico, atrajo a decenas de surfistas a las diferentes playas para practicar su deporte favorito. La temeraria diversión incluso se trasladó hasta las zonas urbanas, donde los estacionamientos de los diferentes centros de diversión se convirtieron en las pistas perfectas para que los deportistas practiquen sus maniobras.