La iglesia de San Esteban, al norte de Normandía, fue el apacible escenario que escogieron dos yihadistas para degollar a un sacerdote durante una misa matinal.
La víctima era Jacques Hamel, un párroco de 86 años, que llevaba casi medio siglo como religioso y hace 8 años atrás había celebrado sus bodas de oro sacerdotal. Pese que a esa edad tenía la posibilidad de jubilarse, el religioso tomó la decisión de seguir al servicio de la comunidad como auxiliar en su parroquia.
El repudiable crimen ha tenido respuesta desde el Vaticano. Su portavoz, Federico Lombardi, transmitió la preocupación del Papa Francisco. En tanto, con velas encendidas y flores, residentes de la pequeña ciudad despiden para siempre a su apreciado pastor.