Si usted pensaba que el corazón acelerado y las mariposas en el estómago eran señales del enamoramiento, se equivoca, este sentimiento, que a veces parece ser algo sobrenatural, pero tiene una explicación menos romántica y más científica.
La doctora Helen Fisher, quien lleva varias décadas estudiando lo que ocurre en el cerebro cuando las personas se enamoran, afirma que lo que las personas llegarían hacer por el amor, es asombroso, es una necesidad humana de dejar activo nuestro ADN para el mañana, en otras palabras, para la conservación de nuestra especie.
Y para comprobarlo, Fisher y su equipo de investigadores realizaron en más de cien personas, que se encontraban plenamente enamoradas, una resonancia magnética para analizar su actividad cerebral al mostrarles una foto de su pareja.
Con las pruebas encontraron actividad en la base del cerebro conocida como la ATB. Dicha área es la responsable de producir la Dopamina, la molécula detrás de nuestros deseos. Y es que, cuando se disparan los miles de circuitos, sentimos placer y euforia, activando las áreas del cerebro relacionada con la gratificación.
Según esta investigadora, el amor apaga la corteza prefrontal, el área que regula las decisiones que tomamos a cada momento, por eso el dicho de que el amor es ciego, no está tan lejos de la verdad. Durante ese periodo, la Norepinefrina también hace de las suyas, provocando fuertes sensaciones similares al descenso del punto más alto de una montaña rusa.
En conclusión, aunque el corazón es el que pone la cara, en cuestiones del amor, el cerebro es el que comanda las acciones en uno de los sentimientos más auténticos del ser humano.