Era 1996 y, sin imaginar que años después se convertiría en el Papa León XIV, Robert Prevost compartía una amistad entrañable con una familia piurana durante su paso por Chulucanas. Fue en ese contexto que aceptó ser padrino de Mildret Camacho Dioses, hija de su amigo Héctor, a quien conoció durante su labor pastoral en esa zona del norte del Perú.
“La amistad que tuvimos acá en Chulucanas la continuamos en Trujillo. Íbamos a misa juntos, y de esa amistad nació el pedido para que sea padrino de mi hija”, cuenta Héctor con orgullo. Fue el propio Prevost quien sugirió que la niña llevara el nombre de su madre fallecida. “Estábamos pensando en cómo llamar a nuestra primera hija, y él nos dijo: ‘¿Y por qué no el nombre de mi mamá? Se llamaba Mildred’. Y así quedó, Mildred se va a llamar”, recordó su esposa.
Hoy, 29 años después, aquel gesto adquiere un nuevo significado para la familia Camacho Dioses. Mildret, ya adulta, recuerda a su padrino como una figura cercana y constante. Relata que le enviaba cartas y que, cada vez que regresaba al Perú, siempre encontraba un momento para visitarlos. “Las veces que ha estado cerca siempre nos ha dado espacio para saludarlo, antes o después de misa. Conoce a mis hijas, les dio su bendición y me dijo: ‘Pongan su fe en práctica’”, contó.
ESPERAN QUE ALGÚN DÍA REGRESE
Con profunda gratitud y esperanza, la familia espera que el ahora Papa León XIV regrese algún día a esas tierras que también lo vieron crecer espiritualmente y cultivar los lazos que hoy enorgullecen a Chulucanas y al Perú entero.