Dos partidos de fútbol amateur, conocidos como pichangas terminaron en violencia y dejó dos graves consecuencias: en Lima, Renzo Ortiz, campeón de marinera, terminó con la clavícula fracturada; mientras que en Cajamarca, un joven perdió la vida tras recibir una brutal patada en la cabeza. Ambos hechos reflejan el creciente nivel de agresividad que se vive en encuentros deportivos supuestamente amistosos.
Del deporte al hospital: violencia desmedida en la cancha
Ortiz, reconocido por sus múltiples títulos en baile tradicional, fue agredido por animar a uno de los jugadores en medio del encuentro. El hecho ocurrió durante un partido entre compañeros de la misma universidad. La golpiza truncó sus planes de competencia por el resto del año, ya que requiere una prolongada recuperación por la lesión sufrida.
Más trágico fue el caso registrado en Cajamarca. David Llanos Jáurez, de 23 años, falleció el pasado 19 de mayo después de que uno de sus contrincantes le propinara una patada directa a la cabeza. La policía identificó a los presuntos agresores como Ángel del Piero Quistán Cholán, Dayron Hernández Morales y un menor de edad. Aunque se les ha señalado formalmente, al momento del informe todos ellos se mantenían no habidos.
Este tipo de casos ponen en evidencia la falta de control en actividades deportivas informales, donde la rivalidad y el descontrol emocional terminan con consecuencias lamentables. Ni el fútbol ni ninguna otra disciplina pueden justificarse como excusa para la violencia.
