Al peruano se le reconoce por su carisma, su alegría y su espíritu solidario. Quizá por eso no sorprende que Robert Prevost, el misionero que cantaba villancicos en Chiclayo y compartía café con los vecinos en la carretera, haya sido elegido como León XIV, el nuevo Papa de la Iglesia Católica.
El Papa del ceviche y el villancico
Prevost no es un nombre ajeno para los peruanos. Vivió durante años en Chiclayo, probó el ceviche, el seco de cabrito y caminó nuestras calles como un vecino más. Hoy, convertido en el primer Papa con raíces peruanas, conserva la sencillez que lo caracterizó como misionero.
Una Iglesia que necesita escucharse
La tarea de León XIV no es menor. Según el Censo de 2017, el 76 % de peruanos se identifica como católico. Sin embargo, la Conferencia Episcopal advierte que solo un 10 % de esos fieles mantiene una relación activa con la Iglesia.
La razón, aseguran expertos, radica en una percepción de juicio y jerarquía que aleja a los creyentes, especialmente a quienes se encuentran en procesos de conversión o pertenecen a comunidades tradicionalmente excluidas. “Muchas veces se encuentran con personas que les dicen: ‘todavía no estás preparado’”, advierte Franco Segura, director de Perú Católico.