Trujillo se ha convertido en escenario donde la extorsión domina el comercio. En distintos puntos de la ciudad, stickers con símbolos de organizaciones criminales como “Los Pulpos”, “La Jauría” y “La Nueva Alianza” marcan el territorio y envían un mensaje claro: cada negocio tiene un dueño impuesto por el crimen. Desde lavanderías, bodegas y talleres automotrices, nadie se salva del terror que se alimenta del cobro de cupos.
Los comerciantes viven bajo constantes amenazas. “Se llegan a contactar y hacen sus exigencias. Uno tiene que lidiar con eso”, comenta una víctima que asegura estar bajo extorsión desde hace cinco meses. Otro afectado confirma que esta situación se ha vuelto cotidiana: “Nos mandan mensajes pidiendo dinero, esto ya es de todos los días”. Videos de amenazas dejan en claro que quienes no pagan, sufren represalias violentas.
El impacto de la extorsión es devastador. En 2023, 2,300 bodegas cerraron por temor. Las proyecciones para 2024 indican que la cifra ascendió a 2,600. “Cada bodega representa el sustento de una familia entera y nos están dejando sin opciones”, advierte Jorge Enríquez Aldana, de la Asociación de Bodegueros del Perú. La situación en Trujillo y Lambayeque ha llegado al punto de que cada negocio es “vendido” al crimen.
EXIGEN MAYOR SEGURIDAD
A pesar de las promesas gubernamentales, los comerciantes de la ciudad de la “Eterna Primavera” aseguran que la seguridad sigue siendo insuficiente. La única salida que encuentran es ceder a las exigencias de los extorsionadores. “Pedimos al gobierno que no haya leyes blandas y que nos protejan”, exige Enríquez Aldana. Mientras tanto, la extorsión sigue avanzando, consolidando a Trujillo como la ciudad de la eterna amenaza.
