Todos los años, en Semana Santa, subir el cerro San Cristóbal es una tradición que muchos siguen con fervor y devoción sin importar la distancia, la altura ni el inclemente sol. Cada año miles de fieles llegan a la cumbre de este cerro a venerar la cruz que se ha convertido en un punto de peregrinación.
Las curvas y lo empinado del camino dificultan el ascenso pero la fe de estas personas puede más que cualquier obstáculo. Una vez arriba, junto a la cruz, el cansancio queda de lado y la fe toma el protagonismo de la jornada, ya que los fieles hacen muestras de recogimiento.
Esta no es solo una jornada esperada por los creyentes sino también por los ambulantes que aprovechan el momento para ofrecer sus productos. Desde sombrillas, agua y rosarios, hasta juanes es lo que se oferta en este lugar.
Lamentablemente, a pesar de que hay rutas establecidas para subir y bajar del cerro, hay personas que descienden por lugares no indicados poniendo en riesgo su integridad física y la de sus hijos.