Corría el año 1978. Aún flotaban en el aire los últimos ecos del humo blanco que anunció a Juan Pablo I como nuevo Papa, cuando su repentina muerte dio paso a un nuevo cónclave. En un clima de tensiones políticas y sociales propias de los años 70, los cardenales se reunieron durante tres intensos días de deliberaciones. Al final, el cardenal protodiácono apareció en el balcón de la Basílica de San Pedro para proclamar el nombre del nuevo pontífice: Juan Pablo II, quien ostentaría el papado más largo del siglo XX y el tercero más extenso en la historia de la Iglesia.
Hoy, en plena era de la comunicación instantánea, los cónclaves se desarrollan bajo el escrutinio global. La expectativa se concentra en un ritual centenario: la aparición del humo blanco, que, desde el Vaticano, anuncia al mundo la elección del nuevo sucesor de Pedro.
Pero, ¿de dónde nace esta tradición?
Según la historiadora Ana Claudia Reynoso, de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya, la fumata blanca tiene como propósito hacer partícipe al pueblo del momento decisivo: “Querían que sea algo más visual, no estar mandando emisarios, sino que el pueblo celebre y participe”. Así nació este símbolo en el siglo XX, que convive con la fumata negra cuando no se ha alcanzado consenso.
Desde 1900 se han celebrado 10 cónclaves, con duraciones variables: desde los cinco días que tomó elegir a Pío XI en 1922, hasta los dos días del cónclave que eligió al papa Francisco en 2013. Sin embargo, la elección más rápida registrada en la historia fue la de Julio II en 1503, un papa del Renacimiento que encargó a Miguel Ángel pintar la bóveda de la Capilla Sixtina. “Fue elegido en solo diez horas, lo que refleja su gran influencia como cardenal”, comenta Reynoso.
En contraste, el cónclave más largo de la historia ocurrió en 1268, en la ciudad italiana de Viterbo. “No se ponían de acuerdo por cuestiones políticas”, relata Reynoso. Así nació la regla del encierro obligatorio, tal como indica la raíz latina de la palabra cónclave: con clave, es decir, “bajo llave”. De aquel evento surgió el papa Gregorio X, quien institucionalizó la reunión cerrada de cardenales para agilizar la elección.
Hoy jueves, en el segundo día del cónclave post-Francisco, el mundo católico aguarda en silencio. Cada cardenal deposita su voto en una urna, invocando al Espíritu Santo con el canto del Veni Creator Spiritus.