El oleaje destruyó hasta lo inimaginable. Arrancó balcones, se tragó el asfalto, destrozó edificios, pues las gigantescas olas de hasta seis metros de altura llegaron al tercer piso de los inmuebles.
El pánico se apoderó de los habitantes de Tenerife, España, pues durante la noche para ponerse a salvo tuvieron que correr. Más de cien personas tuvieron que ser evacuadas, aunque no se reportaron víctimas mortales ni heridos, pero sí numerosos daños en infraestructuras.
Este clima peculiar también afectó las zonas de Murcia y Galicia, en este último una mujer murió producto de las inundaciones.
