Un terremoto político sacudió Brasil en este 2016. La destitución de la presidenta Dilma Rousseff fue uno de los episodios más dramáticos que se vivió en el gigante sudamericano. La crisis política y económica, además de los casos de corrupción, fueron los detonantes para que Rousseff deje el Palacio do Planalto en agosto último.
Su destitución no fue precisamente por el gran escándalo de sobornos en Petrobras, que salpicó de lleno a su gobierno y a la clase política brasileña en general, sino por alterar los fondos públicos para encubrir un déficit en el presupuesto del país. Una maniobra política que vulneró las normas fiscales de Brasil.
Con 61 votos a favor, 20 en contra y ninguna abstención, de este modo el Senado brasileño puso punto final a más de una década del partido de los trabajadores al frente del país más grande de Sudamérica. Rousseff calificó su destitución como un golpe a la democracia y advirtió a sus detractores su más enérgica oposición.
