El 15 de julio del 2016, militares irrumpieron en puntos estratégicos de Estambul, Ankara y otras ciudades turcas para tratar de perpetrar un golpe de Estado, apoyados con naves de combate y tanques.
La misma población, repentinamente, fue la que hizo frente a las Fuerzas Armadas en las calles. El levantamiento se hizo sentir en todas partes. Desde instituciones gubernamentales pasando por medios de comunicación y llegando hasta Atatürk, el aeropuerto principal del país.
Sin embargo, fue un fallido intento de derrocamiento, el cual dejó más de 290 muertos, cientos de heridos y miles de detenidos, entre civiles y soldados de alto rango.
Tras los desmanes, el gobierno tuvo en la mira al clérigo Fethullah Gülen, exiliado en Estados Unidos y a quien acusaron de orquestar la revuelta, además de Akin Ozturk, sindicado como uno de los cabecillas de la insurrección, aunque éste si fue arrestado.