Hace 75 años, el 6 de agosto de 1945, el ejército de Estados Unidos lanzó una bomba atómica sobre la ciudad de Hiroshima, tres días después, repitió el ataque en Nagasaki, en Japón. Las dos armas atómicas, las únicas utilizadas hasta el día de hoy, dejaron más de 200.000 muertos debido a la radiación y, en décadas posteriores, sumaron 400.000 decesos más por problemas de salud relacionados con las bombas, de acuerdo con datos de la ONU.
Ahora, el tablero geopolítico ha cambiado significativamente, pero permanecen las tensiones y las incertidumbres sobre cómo garantizar que ningún país las utilice de nuevo.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, asegura que él y su homólogo ruso, Vladímir Putin, trabajan juntos para reducir la amenaza de una guerra nuclear, pero lo cierto es que ambos llevan al menos los últimos tres años y medio desarrollando armas nucleares y destruyendo tratados destinados a su control.
Como se sabe, Estados Unidos ha decidido abandonar el Tratado de Cielos Abiertos, que permitía vuelos de inspección para fomentar la confianza entre países. Y el presidente Trump ha señalado que no renovará el Nuevo START, el último gran tratado de control de armas nucleares entre Washington y Moscú, salvo que China acepte también atarse a las limitaciones impuestas por el acuerdo.